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Una-tierra-prometida (1)

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que reflejara la voluntad del pueblo iraní. A medida que aumentaba la

violencia, también lo hizo mi condena. Aun así, una aproximación tan

pasiva no iba con mi carácter, y no solo porque tenía que escuchar cómo los

republicanos aullaban que yo era transigente con un régimen asesino.

Estaba aprendiendo otra difícil lección sobre la presidencia: que ahora mi

corazón estaba atado a consideraciones estratégicas y análisis tácticos, mis

convicciones sujetas a argumentos que iban en contra de mis intuiciones; y

que en el cargo más poderoso del mundo, tenía menos libertad para actuar

de acuerdo con mis sentimientos de la que había tenido como senador o

como ciudadano corriente frente al desagrado que me producía la imagen de

una joven asesinada a tiros por su propio Gobierno.

Después de que Irán rechazara nuestros intentos de iniciar un diálogo, y

con el país inmerso en una espiral de caos y represión, pasamos a la fase

dos de nuestra estrategia de no proliferación: movilizar a la comunidad

internacional para que aplicara sanciones económicas duras y multilaterales

que obligaran a Irán a sentarse a una mesa de negociación. El Consejo de

Seguridad de Naciones Unidas ya había aprobado muchas resoluciones en

las que le pedía que interrumpiera sus actividades de enriquecimiento de

uranio. Había autorizado también sanciones limitadas en contra de Irán y

había formado un grupo llamado P5+1 —que representaba a los cinco

miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos,

Inglaterra, Francia, Rusia y China) más Alemania— para un encuentro con

altos cargos iraníes con la esperanza de presionar al régimen para que

cumpliera con el Tratado de No Proliferación Nuclear.

El problema era que las sanciones existentes eran demasiado débiles para

que tuvieran mucho impacto. Incluso algunos aliados de Estados Unidos,

como Alemania, continuaron haciendo una buena cantidad de negocios con

Irán, y casi todo el mundo seguía comprando su petróleo. La

Administración Bush había impuesto unilateralmente sanciones adicionales,

pero eran casi simbólicas, ya que a las compañías petroleras

estadounidenses se les había impedido hacer negocios con Irán desde 1995.

Con el precio del petróleo muy alto y su economía en crecimiento, Irán

estaba más que feliz de entretener al P5+1 con sesiones regulares de

negociación que concluían en poco más que nuevos compromisos para

seguir hablando.

Para lograr la atención de Irán, teníamos que convencer a otras naciones

de que apretaran el nudo. Y eso implicaba hacer concesiones a un par de

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