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Una-tierra-prometida (1)

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aunque en otros no tanto. A pesar de su paciencia y buenos modales, les

costaba disimular su frustración al ver sus criterios profesionales

cuestionados, especialmente por personas que nunca habían llevado

uniforme (McChrystal entrecerraba los ojos cuando, en más de una ocasión,

Biden empezó a explicarle qué era necesario para llevar a cabo operaciones

antiterroristas de éxito). Las tensiones entre los asesores de la Casa Blanca

y el Pentágono fueron a peor, el personal del Consejo Nacional de

Seguridad se sentía obstaculizado cuando quería obtener información a

tiempo y Gates se enfurecía en silencio por lo que consideraba una

microgestión permanente del Consejo. El resentimiento afectó incluso a las

relaciones dentro de los departamentos. James «Hoss» Cartwright, el

vicepresidente del Estado Mayor Conjunto, y el teniente general Douglas

Lute, un asesor del Consejo Nacional de Seguridad y «zar de la guerra»

durante los dos últimos años de la Administración Bush al cual pedí que se

quedara, vieron cómo caía su popularidad en el Pentágono en cuanto

aceptaron ayudar a Biden a concebir una alternativa al plan de McChrystal

con menos tropas y más orientada al antiterrorismo. Hillary, por su parte,

consideraba que los rodeos de Eikenberry por fuera de los canales oficiales

del Departamento de Estado rayaban en la insubordinación y quería que

fuera reemplazado.

Por lo tanto, es justo decir que, a la tercera o cuarta serie de diapositivas

de PowerPoint, mapas del campo de batalla e irregulares conexiones de

vídeo, además de la omnipresente luz fluorescente, el mal café y el

ambiente cargado, todo el mundo estaba harto de Afganistán, harto de

reuniones y hartos unos de otros. Por mi parte, sentía más el peso de mi

cargo que en ningún otro momento desde la investidura. Intentaba que no se

notara y mantenía una expresión neutra al formular preguntas, tomar notas

y hacer algún que otro garabato en los márgenes de la libreta que el

personal me había puesto delante (en su mayoría patrones abstractos y a

veces rostros de personas o escenas de playa: una gaviota sobrevolando una

palmera y olas del océano). Pero, muy de vez en cuando, salían a la luz mis

frustraciones, sobre todo cuando oía a alguien responder a una pregunta

difícil recurriendo al argumento de que debíamos enviar más tropas para

demostrar «determinación».

«¿Qué significa eso exactamente? —preguntaba, a veces con excesiva

brusquedad—, ¿que sigamos repitiendo malas decisiones que ya hemos

tomado? ¿Alguien piensa que marear la perdiz en Afganistán diez años más

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