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Una-tierra-prometida (1)

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emitiera en directo, esta vez en C-SPAN, y el formato volvía a permitir a los

republicanos plantear sus argumentos o formular cualquier pregunta. Puesto

que ya los habíamos sorprendido con la guardia baja una vez, en esa

ocasión vinieron preparados con un guion. Eric Cantor, el azote republicano

de la Cámara, trajo una copia del proyecto de ley, con sus 2.700 páginas, y

la dejó caer encima de la mesa para escenificar una toma de poder

descontrolada de la sanidad por parte del Gobierno. Boehner insistió en que

nuestra propuesta era «un experimento peligroso» y en que debíamos

empezar de cero. John McCain lanzó una prolongada arenga sobre acuerdos

entre bastidores, y en un momento dado me obligó a recordarle que la

campaña había terminado. Pero cuando se habló de políticas reales, cuando

pregunté a los líderes republicanos qué proponían exactamente para reducir

los costes médicos, proteger a la gente ya enferma y proporcionar cobertura

a treinta millones de estadounidenses que no podían acceder a un seguro,

sus respuestas fueron igual de trilladas que las de Chuck Grassley durante

su visita al despacho Oval meses antes.

Estoy seguro de que aquella semana hubo más gente viendo los bolos que

cinco minutos de aquellas conversaciones en televisión, y en ambas

sesiones quedó claro que nada de lo que yo dijera tendría el menor impacto

en el comportamiento de los republicanos (aparte de llevarlos a prohibir las

cámaras de televisión en mis apariciones futuras ante sus caucus). Lo

importante fue que ambos actos sirvieron para revitalizar a los demócratas

de la Cámara; les recordaron que estaban en el lado correcto en la cuestión

de la sanidad y que, en lugar de centrarse en los defectos del proyecto de

ley del Senado, podían entusiasmarse con la promesa de ayudar a millones

de personas con él.

A principios de marzo habíamos confirmado que las normas del Senado nos

permitirían enmendar algunas partes de su proyecto de ley por medio de la

conciliación. Mejoramos los subsidios para ayudar a más gente. Recortamos

el impuesto Cadillac para aplacar a los sindicatos y nos deshicimos del

doble bochorno del «soborno de los Cornhuskers» y la «compra de

Luisiana». El equipo de relaciones públicas de Valerie hizo un gran trabajo

a la hora de conseguir el apoyo de grupos como la Academia

Estadounidense de Médicos de Familia, la Asociación Médica

Estadounidense, la Asociación de Enfermeras Estadounidense y la

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