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Una-tierra-prometida (1)

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habían aumentado de manera espectacular en la semana siguiente a su

arrebato. Aparentemente, para muchos votantes republicanos él era un

héroe que plantaba cara al poder. Aquello era un indicio de que el Tea Party

y sus aliados mediáticos habían logrado algo más que su objetivo de

demonizar la ley de atención sanitaria. También me habían demonizado a

mí y, al hacerlo, habían enviado un mensaje a todos los cargos republicanos:

a la hora de oponerse a mi Administración, las viejas normas ya no valían.

A pesar de haberme criado en Hawái, nunca aprendí a navegar; no era un

pasatiempo que mi familia pudiera permitirse. Y, sin embargo, durante los

tres meses y medio siguientes, me sentí como suponía que se sienten los

marineros en mar abierto tras el paso de una tormenta brutal. El trabajo

seguía siendo arduo y en ocasiones monótono, más aún por la necesidad de

tapar fugas y achicar agua. Mantener la velocidad y el rumbo con unos

vientos y corrientes que cambiaban constantemente requería paciencia,

habilidad y atención. Pero, durante un tiempo, albergamos en nuestro

interior la gratitud de los supervivientes, impulsados en nuestras tareas

cotidianas por una renovada creencia en que al final llegaríamos a puerto.

Para empezar, tras meses de demora, Baucus finalmente abrió el debate

sobre un proyecto de ley de atención sanitaria en el Comité del Senado

sobre Finanzas. Su versión, que seguía el modelo de Massachusetts que

todos habíamos estado utilizando, era más tacaña con los subsidios para los

no asegurados de lo que nos habría gustado, e insistimos en que sustituyera

el impuesto a todos los planes de seguros basados en el empleador por

impuestos más elevados para los ricos. Sin embargo, hay que reconocer

que, en general, las deliberaciones fueron sustanciales y exentas de

ostentaciones. Después de tres semanas de trabajo exhaustivo, el proyecto

de ley fue aprobado por el comité por un margen de catorce votos a nueve.

Incluso Olympia Snowe decidió votar a favor, lo cual nos proporcionó un

único voto republicano.

Más tarde, la presidenta Pelosi gestionó la aprobación exprés de un

proyecto de ley consolidado en la Cámara pese a la uniforme y bulliciosa

oposición del Partido Republicano; la votación tuvo lugar el 7 de noviembre

de 2009 (en realidad, el proyecto de ley estaba preparado desde hacía

tiempo, pero Nancy no quería llevarlo a la Cámara de Representantes y

obligar a sus miembros a ejercer unas votaciones políticas difíciles hasta

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