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Una-tierra-prometida (1)

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fuera la reforma que propusiéramos: de seguro encontrarían una nueva serie

de razones para no colaborar con nosotros.

Pero, sobre todo, una ley menguada no podría ayudar a millones de

personas desesperadas, personas como Laura Klitzka de Green Bay. Y yo

no soportaba la idea de fallarles, de dejarlas a su suerte porque su presidente

no había sido lo bastante valiente, habilidoso o persuasivo para sortear el

ruido político y hacer lo que sabía que era correcto.

Por entonces yo había celebrado encuentros públicos en ocho estados,

explicando tanto a grandes rasgos como en términos detallados lo que podía

implicar la reforma sanitaria. Había recibido llamadas telefónicas de

miembros de la Asociación Estadounidense de Jubilados realizadas en

directo en programas de televisión, en las que me planteaban todo tipo de

cuestiones, desde las lagunas de cobertura de Medicare hasta el testamento

vital. Por las noches solía quedarme hasta tarde en la sala de los Tratados,

examinando detenidamente el constante flujo de memorándums y hojas de

cálculo que me llegaban, asegurándome de comprender hasta los aspectos

más complejos del proyecto de ley, como los llamados «corredores de

riesgo» y «límites de reaseguro». Si a veces me sentí desanimado, o incluso

enfadado por la cantidad de falsedades que inundaron los medios, siempre

agradecí a mi equipo su determinación para seguir adelante y no rendirse,

incluso cuando la pelea se endureció y el éxito parecía improbable. Esa

tenacidad animaba a todo el personal de la Casa Blanca. En un momento

dado, Denis McDonough repartió unas pegatinas con la frase «Combatid el

cinismo». Eso se convirtió en un lema muy útil, en un artículo de nuestra fe.

Conscientes de que debíamos intentar algo grande para reajustar el

debate sobre la atención sanitaria, Axe me sugirió que diera un discurso

televisado en horario de máxima audiencia ante una sesión conjunta del

Congreso. Me explicó que era una apuesta de alto riesgo, y que solo se

había hecho dos veces en los últimos dieciséis años, pero me daría la

oportunidad de hablar directamente a millones de espectadores. Le pregunté

de qué se había tratado en las dos ocasiones anteriores.

—La más reciente fue cuando Bush anunció la guerra contra el terror

después del 11-S...

—¿Y la otra?

—Cuando Bill Clinton habló de su proyecto de ley de atención sanitaria.

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