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Una-tierra-prometida (1)

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nos saludaban levantando un dedo. Muchos esgrimían carteles con

mensajes como «El Obamacare es una mierda» o el involuntariamente

irónico «Mantened al Gobierno lejos de mi Medicare» (cuando Medicare es

un programa gubernamental). Algunos agitaban fotos mías distorsionadas

en las que parecía el personaje del Joker interpretado por Heath Ledger en

El caballero oscuro , con los ojos ennegrecidos y una gruesa capa de

maquillaje, lo que me daba un aspecto casi demoniaco. Otros iban vestidos

de revolucionarios de la era colonial y esgrimían la bandera de Gadsden con

la serpiente y su lema «No me pises». Todos ellos parecían interesados en

expresar su desprecio general hacia mí, un sentimiento que quedaba

perfectamente ilustrado con una versión remodelada del famoso cartel que

diseñara Shepard Fairey para nuestra campaña: la misma representación de

mi rostro en color rojo, blanco y azul, pero con la palabra hope

(«esperanza») reemplazada ahora por nope («no»).

Esta nueva y repentinamente poderosa fuerza había empezado meses

antes como un puñado de variopintas protestas a pequeña escala contra el

programa TARP y la Ley de Recuperación. Aparentemente, algunos de los

primeros integrantes procedían de la quijotesca campaña presidencial de

tintes libertarios [4] del congresista republicano Ron Paul, que abogaba por

la eliminación del impuesto federal sobre la renta y de la Reserva Federal,

el retorno al patrón oro y la retirada de Estados Unidos de Naciones Unidas

y la OTAN. La notoria diatriba televisiva que Rick Santelli había lanzado

en febrero en contra de nuestra propuesta de vivienda había proporcionado

un pegadizo grito de protesta para aquella difusa red de activistas

conservadores, y pronto diversos sitios web y cadenas de correo electrónico

empezaron a generar manifestaciones más grandes, con la proliferación de

capítulos del Tea Party en todo el país. En aquellos primeros meses no

habían tenido suficiente fuerza para evitar que se aprobara el paquete de

estímulo, y la protesta nacional convocada la fecha límite para presentar el

impuesto sobre la renta tampoco había obtenido demasiado éxito. Pero

ahora, gracias al respaldo de personalidades de los medios conservadoras

como Rush Limbaugh y Glenn Beck, el movimiento estaba cobrando

impulso, y cada vez eran más los políticos republicanos, primero locales y

luego nacionales, que abrazaban la marca del Tea Party.

Cuando llegó el verano, el grupo estaba centrado en detener la supuesta

abominación que ellos llamaban «Obamacare», la cual —insistían—

pretendía establecer un nuevo orden socialista y opresivo en Estados

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