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Una-tierra-prometida (1)

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conclusión de Phil era que Grassley solo estaba dando largas a Baucus a

instancias de McConnell, con la intención de demorar el proceso y evitar así

que pasáramos a centrarnos en el resto de nuestra agenda. Incluso yo

mismo, el optimista de guardia de la Casa Blanca, finalmente me harté y le

pedí a Baucus que viniera a verme.

—Se acabó el tiempo, Max —le dije en el despacho Oval durante una

reunión a finales de julio—. Has hecho todo lo que has podido. Grassley no

está por la labor. Solo que todavía no te lo ha dicho.

Baucus meneó la cabeza.

—Respetuosamente, estoy en desacuerdo, señor presidente —me

respondió—. Conozco a Chuck. Creo que estamos a esto de tenerlo. —

Mientras lo decía alzó la mano con los dedos pulgar e índice ligeramente

separados, sonriéndome como alguien que ha descubierto una cura para el

cáncer y se ve obligado a lidiar con necios escépticos—. Démosle un poco

más de tiempo a Chuck y votemos después de las vacaciones.

Una parte de mí deseó levantarse, agarrar a Baucus por los hombros y

sacudirlo hasta que entrara en razón. Pero sabía que eso no funcionaría.

Otra parte de mí contempló la posibilidad de amenazar con retirarle mi

apoyo político la próxima vez que se presentara a la reelección, pero, dado

que había obtenido más votos que yo en su estado natal, Montana, supuse

que eso tampoco funcionaría; en cambio, opté por discutir con él otra media

hora e intentar convencerle. Finalmente terminé aceptando su plan de

retrasar una votación inevitablemente monopartidista inmediata y someter

el proyecto de ley a votación dentro de las dos primeras semanas tras la

reanudación de las sesiones del Congreso en septiembre.

Con la Cámara y el Senado disueltos y las dos votaciones todavía

pendientes, decidimos que pasaría las dos primeras semanas de agosto de

gira por el país, celebrando encuentros con la ciudadanía sobre el tema de la

atención sanitaria en estados como Montana, Colorado y Arizona, donde el

apoyo a la reforma era más inestable. Como incentivo, mi equipo me

sugirió que me acompañaran Michelle y las niñas, y que aprovecháramos

para visitar algunos parques nacionales que nos pillaban de camino.

Me encantó la idea. No es que Malia y Sasha anduvieran escasas de

atención paterna o necesitaran diversión adicional durante el verano: tenían

ambas cosas de sobra; tenían muchas amigas para jugar, muchas películas

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