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Una-tierra-prometida (1)

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A finales de julio de 2009, había ya una versión del proyecto de ley de

atención sanitaria que había pasado por todas las comisiones pertinentes de

la Cámara. También el Comité del Senado sobre Salud, Educación, Empleo

y Pensiones había hecho su labor. Lo único que faltaba era la aprobación

por parte del Comité del Senado sobre Finanzas, presidido por Max Baucus.

Una vez realizado este trámite, podríamos fusionar las diferentes versiones

en dos proyectos de ley, uno presentado en la Cámara y otro en el Senado;

lo ideal era que ambos se aprobaran antes de las vacaciones de agosto con

el objetivo de tener una versión final de la ley en mi escritorio para su firma

antes de final de año.

Sin embargo, por más que presionábamos, no había forma de conseguir

que Baucus terminara el trabajo. Yo comprendía sus razones para retrasarse:

a diferencia de los presidentes de los demás comités demócratas, que

aprobaban sus proyectos de ley votando directamente según las directrices

del partido y prescindiendo de los republicanos, Baucus seguía confiando

en que para aquel proyecto en concreto podría obtener el apoyo de ambos

partidos. Pero conforme avanzaba el verano, su optimismo empezaba a

parecer un tanto delirante. McConnell y Boehner ya habían anunciado su

enérgica oposición a nuestra iniciativa legislativa, aduciendo que

representaba un intento de «usurpación gubernamental» del sistema

sanitario. Frank Luntz, un conocido estratega republicano, había hecho

circular un memorándum en el que aseguraba que, después de haber llevado

a cabo una prueba de mercado con nada menos que cuarenta mensajes

contrarios a la reforma, había llegado a la conclusión de que hablar de

«usurpación gubernamental» era la mejor forma de desacreditar la

legislación sanitaria. A partir de ahí, los conservadores se limitaron a seguir

el guion, repitiendo la frase como si fuera un conjuro.

El senador Jim DeMint, un duro conservador de Carolina del Sur, fue

más transparente sobre las intenciones de su partido: «Si podemos parar a

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