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Una-tierra-prometida (1)

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reconocimiento de que la policía había respondido de forma apropiada a la

llamada al 911, y también de que Gates era amigo mío, lo que significaba

que yo podía tener algún sesgo. «No estaba allí y no he visto todo lo que

ocurrió, así que no sé qué papel tuvo la raza en todo ello —dije—. Pero

creo que sí puede decirse que, primero, cualquiera de nosotros estaría

bastante enfadado; segundo, la policía de Cambridge actuó de manera

estúpida al arrestar a alguien cuando ya había constatado que estaba en su

propia casa; y tercero, lo que creo que sabemos, con independencia y aparte

de este incidente, es que en este país hay una larga historia de

desproporción en el número de detenciones de negros y latinos por parte de

la policía.»

Eso fue todo. Salí de la conferencia de prensa esa noche dando por

descontado que mis cuatro minutos sobre el asunto Gates serían una breve

nota frente a la hora que había dedicado a la sanidad.

Qué equivocado estaba. A la mañana siguiente, mi comentario de que la

policía había actuado «de manera estúpida» abrió todos los noticieros.

Representantes de los sindicatos policiales daban a entender que había

denigrado al agente Crowley y a la policía en general, y exigían que pidiese

disculpas. Fuentes anónimas afirmaban que alguien había movido los hilos

para que se retirase la acusación contra Gates sin que compareciese ante el

juez. Los medios conservadores apenas podían disimular su satisfacción, y

presentaron mis comentarios como una muestra de cómo un elitista —

profesoral, engreído— presidente negro se ponía de parte de su amigo de

Harvard —bien conectado, bocazas, presto a hacer uso del comodín de la

raza— frente a un policía blanco de clase trabajadora que se limitaba a

hacer su trabajo. En la rueda de prensa diaria en la Casa Blanca, a Gibbs

apenas le hicieron preguntas sobre algo que no fuese esto. Después, quiso

saber si me planteaba hacer una aclaración pública.

—¿Qué tengo que aclarar? —pregunté—. Creo que ya he sido bastante

claro desde el principio.

—Tal y como se está interpretando, la gente cree que llamaste «estúpida»

a la policía.

—No dije que fuesen estúpidos, sino que actuaron de manera estúpida.

Hay una diferencia.

—Lo sé, pero...

—No vamos a hacer ninguna aclaración —zanjé—. Ya pasará.

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