07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—¿De qué se trata, señor presidente? —preguntó.

—Es usted seguidora de los Yankees —respondí—. Pero, puesto que se

crio en el Bronx y le lavaron el cerebro siendo pequeña, me inclino por

hacer la vista gorda.

Pocos días más tarde, anuncié que había elegido a Sonia Sotomayor

como candidata al Tribunal Supremo. La noticia tuvo una acogida positiva,

y en los días previos a su comparecencia ante el Comité Judicial del

Senado, me alegró saber que a los republicanos les estaba costando

encontrar algo en las opiniones que la jueza había dejado por escrito o en su

conducta en el estrado que pudiese hacer descarrilar su confirmación. A

falta de eso, para justificar su oposición se aferraron a dos asuntos

relacionados con la raza. El primero tenía que ver con un caso de 2008 en

New Haven, Connecticut, en el que Sotomayor se sumó a la mayoría en un

veredicto contra un grupo de bomberos en su mayoría blancos que habían

interpuesto una demanda por «discriminación inversa». La segunda

cuestión era relativa a un discurso que Sotomayor había pronunciado en

2001 en la Universidad de California en Berkeley, en el que había

argumentado que las juezas provenientes de grupos minoritarios aportaban

una perspectiva muy necesaria en los tribunales federales, lo que provocó

que los conservadores la acusaran de ser incapaz de ser imparcial en el

estrado.

A pesar del efímero revuelo, las comparecencias para la confirmación

resultaron menos excitantes de lo esperado: el Senado aprobó a la jueza

Sotomayor con 68 votos a favor y 31 en contra. Nueve republicanos se

sumaron a todos los demócratas —con excepción de Ted Kennedy, que se

estaba sometiendo a tratamiento contra el cáncer—; prácticamente el

máximo apoyo que cualquier candidato habría podido obtener, dado el

ambiente polarizado en el que nos movíamos.

Michelle y yo organizamos una recepción para la jueza Sotomayor y su

familia en la Casa Blanca en agosto, una vez que hubo jurado su cargo. Allí

estaba la madre de la flamante jueza del Supremo: me emocionó pensar lo

que podría estar pasando por la cabeza de esa anciana que había crecido en

una isla lejana, que apenas hablaba inglés cuando se alistó en el Cuerpo

Femenino del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial y que, a pesar de

tenerlo todo en su contra, se había empecinado en que sus hijos fueran de

alguna manera importantes. Me recordó a mi propia madre, también a Toot

y Gramps, y sentí una punzada de tristeza por que ninguno de ellos hubiese

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!