07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

contaba con unas credenciales académicas insuperables, sino que debía

atesorar una gran inteligencia, tenacidad y adaptabilidad para llegar hasta

donde ella había llegado. Una amplia variedad de experiencias, familiaridad

con los azares de la vida, una combinación de cerebro y corazón; he ahí,

pensaba yo, el origen de la sabiduría. Cuando durante la campaña me

habían preguntado qué cualidades buscaba en un candidato al Tribunal

Supremo, yo había hablado no solo de sus cualificaciones jurídicas, sino

también de empatía. Los comentaristas conservadores se habían burlado de

mi respuesta, y la citaban como prueba de que planeaba llenar el tribunal de

progresistas confusos, dados a la ingeniería social y a quienes no les

preocupaba en absoluto la aplicación «objetiva» de las leyes. Pero, tal y

como yo lo veía, lo habían entendido al revés: la fuente de la objetividad era

precisamente la capacidad de un juez de entender el contexto de sus

decisiones, de saber cómo era la vida tanto de una adolescente embarazada

como de un sacerdote católico, de un magnate hecho a sí mismo y del

trabajador de una cadena de montaje, tanto de la mayoría como de la

minoría.

Había otras consideraciones que hacían de Sotomayor una elección

atractiva. Sería la primera latina —y solo la tercera mujer— en formar parte

del Tribunal Supremo. Y ya había sido confirmada dos veces por el Senado,

una de ellas de manera unánime, lo que dificultaba que los republicanos

pudieran argumentar que era una opción inaceptable.

Dada la alta estima en que tenía a Kagan y Wood, aún no había tomado

mi decisión cuando la jueza Sotomayor vino al despacho Oval para que

pudiese conocerla mejor. Tenía un rostro ancho y agradable, y una sonrisa

fácil. Su comportamiento era formal y escogía cuidadosamente sus

palabras, aunque los años que había pasado en universidades de la Ivy

League y en tribunales federales no habían borrado su acento del Bronx. Mi

equipo me había advertido que no debía plantear a los candidatos preguntas

sobre controversias jurídicas específicas como el aborto (los republicanos

del comité sin duda preguntarían por cualquier conversación que yo hubiese

mantenido con los candidatos, para ver si había aplicado una «prueba del

algodón» antes de tomar mi decisión). Así que hablamos de su familia, de

su trabajo como fiscal y en general de su filosofía respecto a la justicia.

Estaba convencido de que Sotomayor tenía lo que estaba buscando, aunque

no lo dije en ese momento. Sí mencioné que había un detalle de su

currículum que me resultaba preocupante.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!