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Una-tierra-prometida (1)

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propuesta de Romney y ayudó al gobernador a reunir en la Asamblea estatal

los votos demócratas necesarios para aprobar el proyecto de ley.

«Romneycare», como se acabaría conociendo, llevaba ya dos años

vigente y había sido un éxito evidente, al reducir la tasa de personas sin

seguro por debajo del 4 por ciento, la más baja de todo el país. Teddy lo

había usado como base para un borrador de proyecto de ley que había

empezado a preparar muchos meses antes de las elecciones, como parte de

su rol de presidente del Comité del Senado sobre Salud, Educación, Empleo

y Pensiones. Y, aunque Plouffe y Axe me habían convencido de que me

abstuviese de respaldar la estrategia de Massachusetts durante la campaña

—la idea de obligar a la gente a contratar un seguro era extraordinariamente

impopular entre los votantes, así que centré mi plan en la reducción de

costes—, ahora estaba convencido, como la mayoría de los defensores de la

reforma sanitaria, de que el modelo de Romney nos ofrecía la mejor

posibilidad de alcanzar la cobertura universal.

Seguía habiendo diferentes opiniones en cuanto a los detalles de cómo

habría de ser una versión nacional del plan de Massachusetts, y mientras mi

equipo y yo trazábamos nuestra estrategia, varios defensores de la reforma

nos instaron a zanjar esas diferencias lo antes posible lanzando desde la

Casa Blanca una propuesta para que el Congreso la estudiase. Decidimos no

hacerlo. Una de las lecciones del intento fallido de los Clinton fue la

necesidad de implicar en el proceso a varios demócratas clave para que

sintiesen el proyecto como propio. Sabíamos que una insuficiente

coordinación podría resultar en la muerte legislativa por mil pequeños

contratiempos.

En la Cámara, esto implicaba trabajar con progresistas de la vieja escuela

como Henry Waxman, el astuto y combativo congresista de California. En

el Senado, el panorama era distinto: con Teddy convaleciente, el actor

principal era Max Baucus, un demócrata conservador de Montana que

presidía el poderoso Comité sobre Finanzas. En lo que concierne a los

asuntos de impuestos que ocupaban gran parte del tiempo del comité,

Baucus solía alinearse con los grupos de interés empresariales, lo cual me

resultaba preocupante, y en sus tres décadas como senador aún no había

encabezado la aprobación de ninguna ley de importancia. Aun así, parecía

estar realmente interesado en el asunto, dado que había organizado una

cumbre sobre sanidad en el Congreso en junio del año anterior y había

trabajado durante meses con Kennedy y su equipo en los borradores

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