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Una-tierra-prometida (1)

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Nuestro equipo de seguridad nacional se pasó los siguientes cuatro días

absorto en el drama que se desarrollaba en la costa de Somalia. La

tripulación del carguero Maersk Alabama reaccionó con rapidez y se las

arregló para inhabilitar el motor del buque y la mayoría de ellos se

escondieron en una sala de seguridad antes de que lo abordaran los piratas.

Mientras tanto, el capitán estadounidense, un hombre valiente y sensato de

Vermont llamado Richard Phillips, permaneció en el puente de mando. Con

la embarcación de 154 metros inutilizada y su pequeño esquife en mal

estado para navegar, los somalíes decidieron darse a la fuga en un pequeño

bote salvavidas cubierto, se llevaron a Phillips y pidieron dos millones de

dólares de rescate. Y aunque uno de los secuestradores se rindió, las

negociaciones para liberar al capitán estadounidense no avanzaban. El

drama no hizo más que agudizarse cuando Phillips intentó escapar saltando

por la borda. Lo único que consiguió fue que volvieran a capturarlo.

Con una situación cada vez más tensa, emití la orden permanente de

disparar a los piratas somalíes en cualquier momento si parecía que Phillips

se encontraba en un riesgo inminente. Por fin, al quinto día se resolvió la

situación: en plena noche, cuando dos de los secuestradores somalíes

salieron al descubierto, se pudo ver a través de una pequeña ventana que el

otro apuntaba al capitán estadounidense con un arma, por lo que los

francotiradores SEAL del Cuerpo de Marines hicieron tres dispararos. Los

piratas murieron. Phillips quedó libre.

Las noticias generaron una ola de felicitaciones por toda la Casa Blanca.

El titular de The Washington Post declaraba: «Primera victoria militar para

Obama». Pero aunque me sentí aliviado al ver al capitán Phillips

reuniéndose con su familia, y orgulloso de nuestro Cuerpo de Marines por

el modo en que habían manejado la situación, no estaba dispuesto a darme

golpes de pecho por el episodio. En parte por el simple reconocimiento de

que la línea que separaba el éxito del desastre total había sido de apenas

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