07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

espectacular, una plaza de la ciudad con el viejo castillo de Praga —en su

momento hogar de los reyes bohemios y los sacros emperadores romanos—

emergiendo en el fondo. A medida que la Bestia enfilaba el camino por las

estrechas y desiguales calles de la ciudad, pasamos junto a algunas de los

miles de personas que se habían reunido para escuchar el discurso. Era

gente de todas las edades, pero la mayoría de ellos checos jóvenes vestidos

con vaqueros, jerséis, bufandas para protegerse de la fría brisa de

primavera, con el rostro enrojecido y expectantes. Habían sido multitudes

como esa, pensé, las que habían dispersado los tanques soviéticos al final de

la Primavera de Praga en 1968; y en esas mismas calles, hacía solo veintiún

años, en 1989, una multitud aún mayor de manifestantes habían acabado

contra todo pronóstico con el régimen comunista.

En 1989 yo estaba en la facultad de Derecho. Recordaba estar sentado

solo en mi apartamento del sótano a unos cuantos kilómetros de Harvard

Square, pegado a mi televisor de segunda mano mientras veía cómo se

desarrollaba lo que luego se conocería como la revolución de Terciopelo.

Me recordaba cautivado por aquellas protestas y profundamente inspirado.

Era el mismo sentimiento que había tenido hacía poco ese mismo año,

mirando a aquella figura solitaria enfrentándose a los tanques de la plaza de

Tiananmén, la misma inspiración que sentía cada vez que veía algún

granuloso metraje de los Viajeros de la Libertad o a John Lewis y sus

compañeros en la lucha por los derechos civiles marchando por el puente

Edmund Pettus en Selma. Ver a personas de a pie sacudiéndose el miedo y

las costumbres para actuar en defensa de sus creencias más profundas, ver a

la gente joven arriesgándolo todo para poder influir en su propia vida,

tratando de que el mundo se deshiciera de esas viejas crueldades, jerarquías,

divisiones, falsedades e injusticias que limitan al espíritu humano... había

comprendido que en eso era en lo que creía y de eso deseaba formar parte.

Aquella noche no pude dormir. En vez de leer los casos para la clase del

día siguiente, me había quedado escribiendo en mi diario hasta altas horas

de la noche, con la mente repleta de pensamientos acuciantes y a medio

formar, inseguro acerca de cuál podía ser mi papel en aquella gran lucha

global, pero sabiendo incluso entonces que la práctica de la abogacía no era

más que un paso para mí, que mi corazón me iba a llevar a otra parte.

Sentía lo mismo que entonces. Mirando hacia fuera desde el asiento

trasero de la limusina presidencial, preparándome para hacer una

exposición que iba a ser televisada en todo el mundo, me di cuenta de que

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!