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Una-tierra-prometida (1)

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derechos de los gais y las lesbianas, y que era un notorio negacionista del

cambio climático— no me dejaba particularmente esperanzado con respecto

a las tendencias políticas en Europa central.

Era difícil saber cuánto iban a durar esas tendencias. Me dije a mí mismo

que estaba en la naturaleza de las democracias —incluida la estadounidense

— alternar entre periodos de cambio progresivo y de retracción

conservadora. De hecho, lo llamativo era la facilidad con que Klaus habría

encajado en un caucus republicano del Senado estadounidense, del mismo

modo en que me podía imaginar perfectamente a Erdogan como una

persona influyente en el concejo municipal de Chicago. Y no sabía decir si

aquello me generaba tranquilidad o preocupación.

Pero no había viajado a Praga para evaluar el estado de la democracia. Más

bien habíamos organizado mi único gran discurso público del viaje para

exponer una gran iniciativa de política exterior: la reducción y posterior

eliminación de las armas nucleares. Yo llevaba trabajando en ese asunto

desde mi elección en el Senado, cuatro años antes, y aunque había algunos

riesgos en promover lo que muchos consideraban una cruzada utópica, le

dije a mi equipo que en cierto sentido ahí estaba el asunto; que hasta el

avance más modesto requería una visión audaz y con perspectiva. Si había

algo que quería legar a Malia y a Sasha era un mundo libre de la posibilidad

de un apocalipsis a manos de la humanidad.

Había una segunda razón práctica para centrarme en el tema nuclear de

una manera que iba a generar titulares en toda Europa: teníamos que

encontrar un modo de impedir que Irán y Corea del Norte progresaran en

sus programas nucleares. (De hecho, el día antes del discurso, Corea del

Norte había lanzado un misil de largo alcance en el Pacífico, para llamar

nuestra atención.) Ya era hora de redoblar la presión internacional sobre

ambos países, incluidas sanciones económicas ejecutables; y sabía que

aquello sería algo mucho más fácil de llevar a cabo si podía demostrar que

Estados Unidos estaba interesado no solo en reiniciar el impulso global

hacia el desarme, sino también en reducir activamente su propio arsenal

nuclear.

La mañana del discurso me sentí satisfecho de haber enmarcado el tema

nuclear con suficientes propuestas concretas y alcanzables para que dejara

de parecer tan quijotesco. El día estaba despejado y el escenario era

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