07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Al final del viaje tenía todas las razones del mundo para sentirme muy

bien. Habíamos conseguido un exitoso avance del programa estadounidense

a nivel global. No había metido la pata ni una sola vez. Todas las personas

de mi equipo de política exterior, desde los miembros del gabinete como

Tim Geithner y Gates hasta el último miembro junior del equipo de

avanzada habían hecho un trabajo extraordinario. Y lejos de tratar de

ocultar su trato con Estados Unidos, los países que habíamos visitado

parecían hambrientos de nuestro liderazgo.

Aun así, el viaje demostraba claramente que mi primer mandato iba a

tener que dedicarse, más que a las nuevas iniciativas, a apagar fuegos

previos a mi presidencia. En la cumbre de la OTAN, por ejemplo, pudimos

asegurar el apoyo de la coalición para nuestra estrategia sobre Afganistán-

Pakistán, pero solo después de escuchar a los líderes europeos enfatizar la

vehemencia con la que sus sociedades se habían opuesto a la cooperación

militar con Estados Unidos después de la invasión iraquí, y lo difícil que les

iba a resultar reunir apoyo político para enviar más tropas. Los miembros de

la OTAN de Europa central y oriental también estaban enervados con la

Administración Bush por su tibia reacción ante la invasión rusa de Georgia,

y se preguntaban si podían contar con la coalición para su propia defensa en

el caso de una agresión rusa. Tenían su motivo: antes de la cumbre, me

había sorprendido descubrir que la OTAN carecía de planes o capacidad de

respuesta rápida para acudir en defensa de un aliado. Era solo un ejemplo

más de un sucio secretito que descubría como presidente, el mismo que

había aprendido repasando las tropas en Afganistán, el mismo que había

aprendido el mundo tras la invasión de Irak: que a pesar de sus duras

palabras, los halcones de la Administración Bush como Cheney y Rumsfeld

habían sido sorprendentemente negligentes a la hora de respaldar su retórica

con unas estrategias coherentes y efectivas. O como dijo Denis McDonough

de manera muy elocuente: «Cada vez que uno abre un cajón de la Casa

Blanca se encuentra un sándwich de mierda».

Hice lo que pude para apaciguar el asunto centroeuropeo proponiendo

que la OTAN desarrollara planes de defensa individualizados para cada uno

de sus miembros y afirmé que, en lo que concernía a nuestras obligaciones

de defensa mutua, no deberíamos hacer distinciones entre los miembros

sénior y junior de la coalición. Aquello implicaría más trabajo para nuestro

estresado equipo y ejército, pero intenté que no me subiera demasiado la

presión sanguínea. Me dije a mí mismo que todos los presidentes sienten

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!