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Una-tierra-prometida (1)

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generar rápidamente un tsunami en mercados de todo el mundo. Puesto que

muchos de esos temblores habían empezado en lo que se consideraba la

periferia del capitalismo (lugares como Tailandia, México y una Rusia

todavía débil) y que Estados Unidos y otras economías avanzadas estaban

en auge en aquel momento, era fácil interpretar aquellos problemas como

algo puntual y atribuible a las malas decisiones de gobiernos sin

experiencia. En casi todos los casos, Estados Unidos había acudido al

rescate, pero a cambio de financiación de emergencia y un acceso

continuado a los mercados de capital globales, gente como Bob Rubin y

Alan Greenspan (por no mencionar a los asistentes de Rubin en aquella

época, Larry Summers y Tim Geithner) habían obligado a los países en

apuros a aceptar una dura medicina que incluía la devaluación de su divisa,

grandes recortes del gasto público y varias medidas de austeridad que

apuntalaron sus calificaciones crediticias pero impusieron enormes

penalidades a su pueblo.

Imaginemos la consternación de esos mismos países cuando supieron que

mientras Estados Unidos los sermoneaba con regulaciones prudentes y

administraciones fiscales responsables, nuestros sumos sacerdotes de las

finanzas estaban en las nubes, tolerando burbujas de activos y fiebres

especulativas en Wall Street que eran tan imprudentes como cualquier cosa

que estuviera sucediendo en Latinoamérica o Asia. La única diferencia eran

las cantidades de dinero implicadas y los posibles daños causados. Al fin y

al cabo, dando por sentado que los reguladores estadounidenses sabían lo

que hacían, inversores desde Shanghái hasta Dubái habían invertido

enormes cantidades en valores subprime y otros activos estadounidenses.

Exportadores tan grandes como China y tan pequeños como Lesoto habían

basado su desarrollo en una economía estadounidense estable y en

crecimiento. En otras palabras, habíamos convencido al mundo de que nos

siguiera a una tierra prometida de mercados libres, cadenas de suministro

locales, conexiones a internet, crédito fácil y gobierno democrático y, al

menos por el momento, tenían la sensación de haber saltado con nosotros

por un precipicio.

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