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Una-tierra-prometida (1)

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americano de la universidad como un safety fuerte pero demasiado pequeño

podía causarle problemas. En la Casa Blanca, una vez tuve que ordenarle

que se fuera a casa al enterarme de que llevaba doce horas seguidas

trabajando con gripe. Llegué a pensar que había un aspecto religioso en

aquella intensidad, y aunque una vertiente iconoclasta (así como su

adoración por su mujer, Kari) lo mantenía alejado del alzacuello, entendía

su trabajo como una forma de servicio a la vez que de abnegación.

Ahora, como parte de sus buenas obras en la Tierra, Denis se había

comprometido a prepararme para mi primer día como comandante en jefe.

La víspera de la investidura invitó a dos militares (que incluían a Matt

Flavin, un joven exmiembro de la Marina que sería mi asesor para asuntos

de los veteranos en la Casa Blanca) a la oficina de transición para que me

pusieran a prueba. Empezaron enseñándome varias fotos de saludos

presidenciales anteriores que no pasaron el corte: muñecas flojas, dedos

retorcidos o George W. Bush intentando saludar mientras llevaba a su perro

bajo el brazo. Luego evaluaron mi estilo, que al parecer no era estelar.

—Saque un poco más el codo, señor —dijo uno de ellos.

—Los dedos más rígidos, señor —añadió el otro—. Debería situar las

yemas a la altura de la ceja.

Al cabo de veinte minutos, mis tutores parecían satisfechos. Cuando se

fueron, me volví hacia Denis.

—¿Hay algo más que lo ponga nervioso? —bromeé.

Denis negó con la cabeza de manera poco convincente.

—No estoy nervioso, señor presidente electo. Solo quiero que estemos

preparados.

—¿Para qué?

Denis sonrió.

—Para todo.

Dice el tópico que la labor más importante de un presidente es velar por la

seguridad del pueblo estadounidense. Dependiendo de tus predisposiciones

políticas y tu mandato electoral, puede que sientas un ardiente deseo de

arreglar la educación pública o restituir la oración en los colegios, aumentar

el salario mínimo o quebrar el poder de los sindicatos del sector público.

Pero, seas republicano o demócrata, lo único que debe obsesionarte como

presidente, el origen de una tensión crónica e implacable que anida en tu

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