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Una-tierra-prometida (1)

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resistencia política las que guiaran una decisión, y utilizar luego

determinados datos escogidos para justificarla. En cambio, me di cuenta de

que, mediante un proceso riguroso —uno que me permitiera dejar mi ego

aparte y escuchar de verdad, siguiendo los hechos y la lógica lo mejor que

pudiera y considerándolos junto con mis objetivos y mis principios— podía

tomar decisiones difíciles y seguir durmiendo bien, sabiendo como mínimo

que nadie en mi situación, dada la misma información, podría haber tomado

una decisión mejor. Un proceso correcto también me permitía conseguir que

todos y cada uno de los miembros del equipo se sintieran autores de la

decisión, lo que implicaba una mejor ejecución y un menor cuestionamiento

de las decisiones de la Casa Blanca mediante filtraciones a The New York

Times o a The Washington Post .

Al regresar de mi cena y de mi corte de pelo aquella noche, tuve la

sensación de que las cosas habían salido como esperaba. Larry y Christy

asumían que tenía sentido esperar a ver cómo iban los test de estrés antes de

tomar medidas más drásticas. Tim aceptó algunas sugerencias útiles acerca

de cómo prepararse mejor para unos potenciales malos resultados. Axe y

Gibbs ofrecieron ideas sobre cómo mejorar nuestra estrategia de

comunicación. En general, me sentía bastante satisfecho del trabajo

realizado.

Al menos fue así hasta que alguien mencionó el tema de las

bonificaciones de AIG.

Parece ser que AIG —que hasta el momento había recibido más de

170.000 millones de dólares en fondos del TARP y todavía necesitaba más

— estaba pagando a sus empleados 165 millones de dólares en

bonificaciones a las que estaba obligada por contrato. Y lo que era aún

peor: gran parte de esas bonificaciones iban a parar a la división

directamente responsable de dejar sobreexpuesto al gigante de los seguros

en el negocio de los derivados de hipotecas subprime . El consejero

delegado de AIG, Edward Liddy (que está libre de culpa, ya que había

aceptado tomar el timón de la empresa en una fecha reciente como un

servicio público, y cobraba solo un dólar al año), reconocía que las

bonificaciones eran indecorosas. Pero, según Tim, Liddy había sido

advertido por sus abogados de que cualquier intento de no pagarlas

probablemente se traduciría en demandas judiciales por parte de los

empleados de AIG y en indemnizaciones por daños y perjuicios que podrían

llegar a triplicar la cantidad original. Para colmo, parecía que no teníamos

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