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Una-tierra-prometida (1)

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estrés y perfilara otras medidas que estábamos adoptando para estabilizar

los bancos en dificultades, transmitiendo el mensaje de que, pese a la

incertidumbre de los tiempos, nosotros estábamos tranquilos y teníamos un

plan creíble.

Por supuesto, resulta difícil transmitir confianza cuando uno no la siente

plenamente. Magullado todavía por las audiencias celebradas para su

confirmación, después de haber pasado sus primeras semanas en el cargo

trabajando con solo un personal mínimo, y con los detalles de la

implementación del test de estrés aún por resolver del todo, aquel día Tim

se presentó ante una batería de cámaras de televisión y periodistas

financieros, y no tardó en venirse abajo.

Según todos los análisis, incluido el suyo propio, el discurso fue un

desastre. Se le veía nervioso, se sentía incómodo utilizando el teleprónter —

cosa que hacía por primera vez en su vida—, y solo habló en términos

vagos sobre el plan general. El equipo de comunicación de la Casa Blanca

había estado presionándole para que hiciera hincapié en nuestra intención

de ser duros con los bancos, mientras que nuestro equipo económico había

enfatizado la necesidad de tranquilizar a los mercados financieros

asegurándoles que no había ningún motivo de pánico. Al mismo tiempo, la

sopa de letras de agencias independientes responsables de regular el sistema

financiero había optado por no apoyar la propuesta de Tim, y los

responsables de algunas de ellas, como Sheila Bair, seguían promoviendo

sus propias ideas. El resultado fue un clásico discurso por encargo, lleno de

obviedades y mensajes heterogéneos, que reflejaban las diferentes presiones

contradictorias. Y en su premura por terminar, Tim —que para entonces

empezaba a estar exhausto— casi no había dedicado tiempo a practicar su

oratoria.

Mientras Tim hablaba, la bolsa cayó más de un 3 por ciento. Al final del

día había bajado casi un 5 por ciento, mientras que los valores financieros

cayeron un 11 por ciento. Su discurso salió en todas las noticias, y fue

analizado del derecho y del revés. Como había predicho Larry, muchos

analistas consideraron que el test de estrés no era más que una elaborada

tapadera de una nueva serie de rescates. Diversos comentaristas de todo el

espectro político se preguntaban abiertamente si el mandato de Tim, mi

presidencia y el sistema financiero global no estábamos todos condenados

al fracaso.

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