07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

millón de inevitables demandas (presentadas no solo por los tipos de Wall

Street, sino también por fondos de pensiones y pequeños inversores airados

por los «recortes» forzosos), la cuestión era a quién poníamos a cargo de

esos bancos, teniendo en cuenta que casi cualquiera que tuviera la

experiencia requerida probablemente estaría contaminado por una u otra

forma de participación en las hipotecas subprime . ¿Quién fijaría sus

salarios y bonificaciones? ¿Cómo se sentiría la ciudadanía si esos bancos

nacionalizados seguían chupando dinero? Y en última instancia, ¿a quién

podría vendérselos el Gobierno, aparte de a otros bancos que podrían haber

sido igualmente cómplices de crear el caos inicial?

Debido en parte a que no había buenas respuestas a esas preguntas, Tim

había ideado una tercera opción. Su teoría era esta: aunque nadie dudaba de

que los bancos estaban en mala forma y tenían un montón de activos malos

en sus libros, el pánico del mercado había deprimido tanto las cotizaciones

de todos los activos que ahora la situación podía parecer peor de lo que

realmente era. Al fin y al cabo, la abrumadora mayoría de las hipotecas no

terminaban en impago. No todos los títulos con garantía hipotecaria

carecían de valor, y no todos los bancos estaban inundados de malas

apuestas. Sin embargo, mientras el mercado tuviera problemas para

discernir la auténtica insolvencia de la falta de liquidez temporal, la

mayoría de los inversores se limitarían a evitar todo lo relacionado con el

sector financiero.

La solución propuesta por Tim pasaría a conocerse como «test de estrés».

La Reserva Federal establecería un valor de referencia con respecto a la

cantidad de capital que necesitaba cada uno de los diecinueve bancos de

relevancia sistémica para sobrevivir en el peor de los escenarios posibles.

Luego enviaría a sus reguladores a examinar los libros de cada banco,

evaluando rigurosamente si disponían o no de un colchón financiero

suficiente para superar una depresión; en caso contrario, el banco tendría

seis meses para obtener esa cantidad de capital de fuentes privadas. Si aun

así se quedaba corto, el Gobierno intervendría proporcionándole el capital

necesario para alcanzar el valor de referencia, y únicamente si la inyección

del Gobierno superaba el 50 por ciento se plantearía la posibilidad de la

nacionalización. En cualquier caso, los mercados tendrían así una idea clara

de la situación de cada entidad bancaria. Los accionistas verían diluirse sus

acciones en un determinado banco, pero solo en proporción a la cantidad de

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!