07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

tóxicos que figuraban en los libros de la banca. Si el Gobierno pagaba

demasiado, eso equivaldría a otro rescate masivo con dinero de los

contribuyentes sin establecer apenas condiciones. Si, por el contrario, el

Gobierno pagaba demasiado poco —y con un valor estimado de un billón

de dólares en activos tóxicos todavía rondando por ahí, el Gobierno no

podía permitirse sino pagarlos a precio de ganga—, los bancos tendrían que

asumir pérdidas masivas de forma inmediata, y era casi seguro que en

cualquier caso se irían a pique. De hecho, fue precisamente por esta

dificultad de fijar los precios por lo que Hank Paulson había abandonado la

idea al inicio de la crisis.

Teníamos una segunda posibilidad, que a primera vista parecía más

limpia: nacionalizar temporalmente aquellas instituciones financieras

esenciales para el sistema que —en función del valor de mercado de sus

activos y pasivos en ese momento— fueran insolventes y luego obligarlas a

pasar por una reestructuración similar a un procedimiento concursal, que

incluiría hacer que los accionistas y bonistas hicieran «recortes» en sus

participaciones, y potencialmente reemplazar tanto a la gerencia como a los

consejos de administración. Esta opción satisfacía mi deseo de «arrancar la

tirita» y arreglar el sistema de una vez por todas, en lugar de dejar que los

bancos siguieran renqueando en lo que a veces se denominaba un estado

«zombi», es decir, técnicamente todavía vivos, pero sin suficiente capital o

credibilidad para funcionar en la práctica. También tenía la ventaja de

ajustarse a lo que a Tim le gustaba llamar «justicia del Antiguo

Testamento»: el comprensible deseo de la ciudadanía de ver a los que

habían hecho mal castigados y avergonzados.

Sin embargo, y como suele suceder, la que a primera vista parecía la

solución más sencilla en realidad resultaba no serlo. En el momento en que

el Gobierno nacionalizara un banco, quienes tenían participaciones en otros

casi con toda certeza se desharían de ellas lo más rápido posible por temor a

que su institución fuera la próxima. Es probable que tal pánico provocara a

su vez la necesidad de nacionalizar el siguiente banco más débil, y luego el

siguiente, y luego el siguiente, lo que se convertiría en un efecto cascada

que terminaría con la absorción del sector financiero estadounidense por

parte del Gobierno.

Eso no solo costaría un montón de dinero: también requeriría que el

Gobierno administrara esas instituciones durante todo el tiempo que fuera

necesario hasta venderlas. Y mientras estábamos ocupados lidiando con un

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!