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Una-tierra-prometida (1)

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o a Rahm o a Joe Biden para que ayudáramos a cortejar a algunos

miembros cuando era necesario. Cuando algunos republicanos manifestaron

su interés en más infraestructura, les dijimos que nos pasaran una lista con

sus prioridades. Cuando otros dijeron que no podían votar por un proyecto

de ley que incluía fondos para la anticoncepción disfrazados de estímulos,

instamos a los demócratas a que los eliminaran. Cuando Eric Cantor sugirió

una modificación razonable a una de nuestras exenciones de impuestos, a

pesar de que no había posibilidad alguna de que votara por el proyecto de

ley, le dije a mi equipo que incluyera el cambio, deseando enviar así una

señal de que cuando hablábamos de sentar a los republicanos en la mesa lo

decíamos en serio.

Aun así, a medida que pasaban los días la posibilidad de una cooperación

republicana parecía cada vez más un milagro distante. Aquellos que

inicialmente habían manifestado su interés en trabajar con nosotros dejaron

de devolvernos las llamadas. Miembros republicanos del Comité de

Asignaciones del Congreso boicotearon sesiones de la Ley de

Recuperación, asegurando que no se les había consultado con seriedad. Los

ataques republicanos al proyecto de ley en la prensa eran cada vez menos

contenidos. Joe me informó de que Mitch McConnell había estado

manteniendo a la gente a raya, impidiendo a miembros de sus caucus hablar

con la Casa Blanca sobre el paquete de estímulos, y hubo miembros

demócratas del Congreso que dijeron que habían escuchado lo mismo de

algunos de sus compañeros del Partido Republicano.

«No podemos jugar», fue al parecer lo que dijo uno de los republicanos.

A pesar del lúgubre panorama, pensé que tal vez tenía una posibilidad de

persuadir a algunos miembros en mis visitas a los caucus republicanos del

Congreso y el Senado, ambos agendados para el 27 de enero, víspera de la

votación del Congreso. Me di un tiempo extra para preparar mi

presentación, para asegurarme de que iba con todos los hechos y datos bien

sabidos. La mañana antes de los encuentros, Rahm y Phil se reunieron

conmigo en el despacho Oval para repasar los argumentos que pensábamos

que los republicanos podían encontrar más persuasivos. Estábamos a punto

de cargar el convoy rumbo a Capitol Hill cuando Gibbs y Axe entraron en

el despacho Oval y me enseñaron un cable de Associated Press que acababa

de llegar, justo después del encuentro de Boehner con su caucus: «Los

republicanos del Congreso instan a la oposición al proyecto de ley de los

estímulos».

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