07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

portuguesas, Pete estaba en su segundo paso por la Casa Blanca, pues ya

había trabajado para la Administración Reagan. Tras algunos periodos

dando clases y encargos como freelance, había acabado en el Chicago

Tribune , donde cubrió las primeras etapas de la guerra de Afganistán y mis

comienzos en el Senado.

Me había gustado desde el principio: aparte de su talento fotoperiodista

para capturar historias complejas con una sencilla imagen, Pete era

inteligente, sin pretensiones, un poco malhumorado, pero nunca cínico.

Después de nuestra victoria, aceptó unirse al equipo con la condición de que

le permitiera un acceso sin restricciones. La medida de mi confianza en él

es que acepté el trato, y durante los siguientes ocho años se convirtió en una

presencia constante, siempre en los márgenes de cualquier reunión,

atestiguando todas las victorias y derrotas, de vez en cuando hincando una

rodilla para conseguir el ángulo que quería, sin hacer más ruido que el

zumbido constante del obturador de la cámara.

También se convirtió en un buen amigo.

En ese nuevo y extrañamente sellado hábitat, el cariño y la confianza que

sentí por las personas con las que trabajaba junto a la amabilidad y el apoyo

que mostraron por mi familia y por mí fue como un regalo del cielo.

Aquello se aplicaba a Ray Rogers y Quincy Jackson, los dos ayudas de

cámara de la Marina asignados al despacho Oval que servían refrescos a las

visitas y me preparaban un buen almuerzo todos los días en la pequeña

cocina situada junto al comedor. O los empleados de la agencia de

comunicaciones de la Casa Blanca, entre los cuales había dos hermanos,

Nate y Luke Emory, que ponían atriles, teleprónters o proyectaban vídeos

cuando se necesitaba. O Barbara Swann, que me traía el correo todos los

días y que parecía incapaz de dirigirse a mí con algo que no fuera una

sonrisa y una gran dulzura.

También se aplicaba a los empleados de la residencia. El nuevo

alojamiento familiar, más que un hogar, parecía una serie de suites de hotel

completadas por un gimnasio, una piscina, una pista de tenis, una sala de

cine, un salón, una bolera y una consulta médica. Steve Rochon, ujier

principal, organizaba y dirigía la plantilla; era un contraalmirante y

exguardia costero al que contrataron los Bush en 2007 y el primer

afroamericano en ocupar ese cargo. Todo un equipo de limpieza pasaba a

diario y mantenía el lugar impecable; otro de cocineros preparaba la comida

de nuestra familia o, como sucedía a veces, para cientos de invitados; había

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!