07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

consumidores, ya endeudados por encima de sus posibilidades, parecían

muy dispuestos a asumir más deuda.

Así pues, nuestra conversación se centró en estímulos fiscales o, para

profanos, en hacer que el Gobierno gastara más dinero. Aunque mi

especialidad no era la economía, estaba lo bastante familiarizado con John

Maynard Keynes, uno de los gigantes de la economía moderna y uno de los

teóricos de las causas de la Gran Depresión. La conclusión básica de

Keynes era sencilla: desde la perspectiva de la familia individual o de la

empresa, lo más prudente era apretarse un poco el cinturón durante una

recesión severa. El problema era que el ahorro podía ser asfixiante, y que

cuando todo el mundo se apretaba el cinturón al mismo tiempo, las

condiciones de la economía no podían mejorar.

La respuesta de Keynes a ese dilema era sencilla: el Gobierno tenía que

presentarse como «el gastador del último recurso». La idea era inyectar

dinero en la economía hasta que los engranajes comenzaran a activarse de

nuevo, las familias confiaran lo bastante para cambiar su coche viejo por

uno nuevo y las compañías innovadoras vieran suficiente demanda para

fabricar nuevos productos. Cuando la economía ya había arrancado, el

Gobierno podía cerrar la espita y recuperar su dinero mediante el auge

resultante de los ingresos públicos. En buena medida, esa era la base del

New Deal de Franklin Delano Roosevelt que tomó forma cuando asumió el

cargo en 1933, en el culmen de la Gran Depresión. Tanto si eran jóvenes del

Cuerpo Civil de Conservación a los que se daba trabajo haciendo senderos

en los parques nacionales estadounidenses como si eran granjeros que

recibían cheques del Gobierno por los excedentes de leche, o compañías

teatrales que representaban obras de teatro como parte de la Works Project

Administration los programas del New Deal proporcionaron a los

estadounidenses sin empleo unos ingresos que necesitaban con

desesperación y ayudaron a que las compañías pudieran sostenerse gracias a

demanda gubernamental de madera y acero, lo que ayudó a apuntalar la

iniciativa privada y a estabilizar una economía tambaleante.

A pesar de lo ambicioso que fue en su momento, el gasto del New Deal

demostró ser demasiado modesto para contrarrestar la Gran Depresión,

sobre todo cuando Roosevelt sucumbió a las presiones electorales de 1936 y

se retrajo demasiado pronto ante lo que muchos líderes de opinión

interpretaron como un despilfarro gubernamental. Tuvo que llegar el

definitivo impulso de la Segunda Guerra Mundial, cuando la nación al

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!