07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

cada uno de los postres de la carta del servicio de habitaciones. El primer

día de clase Michelle las acompañó en un coche del Servicio Secreto. Más

tarde me contó que se le había encogido el corazón al ver a sus adoradas

bebés —con aspecto de exploradoras en miniatura con sus abrigos y

mochilas de colores brillantes— dirigiéndose a su nueva vida rodeadas de

fornidos hombres armados.

Sin embargo, aquella noche en el hotel las niñas repitieron su cháchara

irrefrenable de siempre, nos contaron lo increíble que había sido su día, que

la comida era mucho mejor que la de la escuela anterior y que ya habían

hecho un grupo de nuevos amigos. Mientras hablaban, vi que se disipaba la

tensión en el rostro de Michelle. Cuando les dijo a Malia y Sasha que ahora

que habían empezado las clases se terminaban los postres después de cenar

y la tele entre semana, y que era momento de cepillarse los dientes y

prepararse para ir a la cama, sentí que todo iba a salir bien.

Mientras tanto, los engranajes de nuestra transición seguían a toda

máquina. Las primeras reuniones con mis equipos de seguridad y

económico fueron productivas, la gente cumplía la agenda prevista y el

postureo se mantenía a niveles mínimos. Hacinados en insulsas oficinas

gubernamentales, organizamos grupos de trabajo para cada organismo y

tema imaginables —capacitación laboral, seguridad aérea, deudas de

préstamos estudiantiles, investigación contra el cáncer, licitaciones del

Pentágono—, me pasaba el día hurgando en el cerebro de jóvenes genios y

entusiastas, despeinados académicos, líderes empresariales, grupos de

apoyo y canosos veteranos de administraciones anteriores. Algunos se

postulaban para un cargo en la Administración; otros querían que

adoptáramos propuestas que no habían llegado a ninguna parte en los

últimos ocho años. Pero todos se mostraban ansiosos por ayudar,

emocionados ante la perspectiva de una Casa Blanca dispuesta a probar

nuevas ideas.

Evidentemente había baches en el camino. Algunas de mis opciones

favoritas para los puestos del gabinete rechazaron mi oferta o no pasaron el

escrutinio. Varias veces al día aparecía Rahm para preguntarme qué prefería

hacer con alguna disputa emergente sobre política u organización, y tras

bambalinas no faltaban las primeras peleas —sobre títulos, territorios,

acceso, plazas de aparcamiento— que definen cada nueva Administración.

Pero en líneas generales, el ánimo era de euforia centrada; todos estábamos

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!