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Una-tierra-prometida (1)

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aptitudes complejas podía ser uno de los motivos por los que las mujeres

estaban infrarrepresentadas en los departamentos de matemáticas, ciencias e

ingeniería de las universidades más importantes.

Cuando le conocí mejor llegué a la conclusión de que la mayoría de

dificultades de Larry para relacionarse bien con los demás no tenían tanto

que ver con la insensibilidad como con su falta de prudencia. Para él,

cualidades como el tacto o la mesura no hacían más que confundir la mente.

Él mismo parecía inmune a que alguien o algo pudiera herir sus

sentimientos o a las típicas inseguridades, y manifestaba respeto (y una

ligera sorpresa) cada vez que cualquiera le desafiaba realmente o expresaba

algo que a él se le había escapado. Su falta de interés por las delicadezas del

ser humano corriente se extendía también a su apariencia, sistemáticamente

desaliñada, con la amplia barriga a veces a la vista porque le faltaba un

botón a la camisa, y una actitud desdeñosa por el afeitado que con

frecuencia terminaba en una molesta e incipiente sombra de barba bajo la

nariz.

Tim era distinto. La primera vez que le vi, un par de semanas antes de las

elecciones en un hotel de Nueva York, la palabra que me vino a la cabeza

fue «aniñado». Tenía mi edad, pero su complexión delgada, su porte

modesto y sus rasgos delicados le daban una apariencia considerablemente

más joven. A lo largo de una hora de conversación, mantuvo la compostura,

el tono de voz suave y bienhumorado. Nos entendimos de inmediato, en

parte porque habíamos vivido una infancia similar: el trabajo de su padre,

especialista en desarrollo social, le había hecho pasar gran parte de su

juventud en el extranjero, lo que le había infundido cierta prudencia que

reconocía también en mí.

Tras completar su doctorado en estudios de Asia Oriental y economía

internacional, Tim trabajó como especialista en asuntos asiáticos en la

consultora de Henry Kissinger y luego entró en el Tesoro, con un cargo de

técnico comercial en Japón. Larry Summer fue quien lo rescató de las

sombras y le puso a trabajar como su asesor especial, y a medida que uno

crecía, también lo hacía el otro. De repente, Tim se convirtió en un

importante agente en la gestión de las crisis financieras de la década de

1990, y gracias a las recomendaciones de Larry acabó dirigiendo el Banco

de la Reserva Federal de Nueva York. La relación entre ambos no solo

manifestaba la generosidad de Larry sino también la discreta seguridad en sí

mismo y el rigor intelectual de Tim; ampliamente demostradas el año

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