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Una-tierra-prometida (1)

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Era una noche hermosa, fresca y con una lluvia suave. De pie en el

escenario al aire libre, cuando la música, los vítores y los cantos se

apagaron, pasé unos minutos hablándole al público sobre Toot: les conté

cómo había crecido durante la Gran Depresión y trabajado en una línea de

montaje mientras el abuelo estaba lejos en la guerra, hablé de lo que ella

había significado para nuestra familia y de lo que podía significar para

ellos.

«Fue una de esas heroínas silenciosas que hay por todo el país —dije—.

No son famosas. Sus nombres no salen en los periódicos, pero trabajan duro

cada día. Cuidan de su familia, se sacrifican por sus hijos y sus nietos, no

buscan el primer plano... solo quieren hacer las cosas bien. Y en este

público hay muchos héroes silenciosos como ella: madres y padres,

abuelos, que han trabajado duro y se han sacrificado toda la vida. La

satisfacción que esperan es ver que sus hijos y tal vez sus nietos o sus

bisnietos viven una vida mejor que la suya. En eso consiste Estados Unidos.

Y por eso luchamos.»

Fue el mejor cierre de campaña que sentí que podía dar.

Cuando eres candidato, el día de las elecciones supone una sorprendente

quietud. Ya no hay mítines ni reuniones públicas. No importan los anuncios

de la tele ni de la radio, el telediario no tiene nada importante que anunciar.

Las sedes de campaña de todos los estados se vacían mientras el equipo y

los voluntarios salen a las calles a ayudar a que los votantes acudan a las

urnas. En todas las ciudades y pueblos, millones de desconocidos se

detienen tras una cortina negra para registrar sus preferencias políticas y sus

instintos más privados, mientras una misteriosa alquimia colectiva establece

el futuro del país, y el tuyo propio. La conclusión es obvia pero también

profunda: ya no está en tus manos. Lo único que puedes hacer es esperar.

Plouffe y Axe estaban locos de impotencia, se pasaron horas frente a sus

BlackBerry buscando informes del terreno, rumores, climatología adversa;

cualquier cosa que pudiera considerarse información. Yo opté por la

dirección opuesta, me entregué a la incertidumbre como quien se pone de

espaldas y flota sobre las olas. Comencé la mañana hablando por teléfono

con algunos programas de radio en hora punta, sobre todo con emisoras de

radio negras, para recordarle a la gente que fuera a votar. A eso de las siete

y media, Michelle y yo votamos en la escuela primaria Beulah Shoesmith, a

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