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Una-tierra-prometida (1)

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prestado; por no mencionar a los vendedores de muebles, los fabricantes de

alfombras, los sindicatos y los departamentos de publicidad de los

periódicos: todos ellos tenían buenos motivos para que la fiesta continuara.

Pero con todos esos compradores no aptos sosteniendo el mercado,

George estaba convencido de que la fiesta acabaría llegando a su fin. Lo

que yo veía en Chicago era apenas un pequeño temblor, me dijo. Cuando

llegase el terremoto, el impacto iba a ser mucho peor en lugares como

Florida, Arizona y Nevada, donde los préstamos para las hipotecas

subprime habían sido más abundantes. En cuanto una cantidad importante

de propietarios empezara a incumplir con sus pagos, los inversores se

darían cuenta de que muchos de esos valores respaldados por hipotecas no

eran tan AAA al fin y al cabo. Lo más probable era que se apresuraran a

buscar la salida, deshaciéndose de esos valores lo más rápido posible. Los

bancos que los tenían en su poder iban a ser vulnerables a la estampida y

probablemente echarían el freno a la hora de ofrecer más préstamos para

cubrir las pérdidas o mantener los requisitos de capital, eso provocaría que

incluso para las mejores solicitudes fuera difícil obtener una hipoteca, lo

que con el tiempo deprimiría el mercado inmobiliario aún más.

Sería un círculo vicioso y probablemente generaría pánico en el mercado,

y dada la vaporosa cantidad de dinero en juego, el resultado podía ser una

crisis económica de unas proporciones inéditas en nuestra vida.

Yo escuché todo aquello con incredulidad creciente. George no era

propenso a las exageraciones, sobre todo en lo que se refería al dinero. Me

dijo que él mismo había tomado una considerable posición «corta»

apostando sobre todo a que el precio de los valores respaldados por

hipotecas bajara en el futuro. Le pregunté por qué, si el riesgo de una crisis

en toda regla era tan alto, no había nadie —ni la Reserva Federal, ni los

reguladores financieros, ni la prensa especializada— hablando del asunto.

George se encogió de hombros y dijo: «Dímelo tú».

Cuando regresé a mi despacho en el Senado le pedí a parte de mi equipo

que consultara a sus colegas del Comité Bancario si alguien veía algún

peligro en el pico en el mercado de las subprime . Los informes volvieron

con una respuesta negativa: el presidente de la Reserva Federal había dicho

que el mercado inmobiliario estaba un poco sobrecalentado y se preveía una

eventual corrección, pero que analizando las tendencias históricas, en su

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