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Una-tierra-prometida (1)

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jugar profesionalmente al blackjack aprovechando su habilidad para los

números y su tolerancia al riesgo, había aceptado un puesto como corredor

de bolsa en Wall Street y recientemente había hecho una fortuna con sus

inversiones personales. Su trabajo consistía en anticiparse a todo.

—Esto es solo el comienzo —me dijo.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que el mercado inmobiliario, el mercado financiero... es

todo un castillo de naipes a punto de derrumbarse.

Sentados bajo el sol del atardecer, me dio una pequeña clase particular

sobre el floreciente mercado de las hipotecas subprime . Antes lo típico era

que los bancos sostuvieran los préstamos hipotecarios que ofrecían con su

propia cartera de valores, ahora un enorme porcentaje de las hipotecas

pasaba a formar parte de un paquete que se vendía como cualquier otro

valor en Wall Street. Como ahora los bancos podían deshacerse del riesgo

de incumplimiento por parte de cualquier deudor particular, esa

«securitización» de las hipotecas había provocado que los bancos rebajaran

constantemente los estándares para otorgar préstamos. Las agencias de

calificación crediticia, pagadas por los emisores, habían clasificado esos

valores como «AAA», o de menor riesgo, sin analizar adecuadamente el

riesgo de incumplimiento de las hipotecas subyacentes. Los inversores

globales, cargados de efectivo y hambrientos de ganancias más elevadas, se

apresuraron a comprar esos productos, bombeando cada vez más y más

dinero al financiamiento hipotecario. Mientras tanto, Fannie Mae y Freddie

Mac, las dos grandes compañías a las que el Congreso había autorizado

para adquirir hipotecas calificadas e incentivar la propiedad de la vivienda

—y que, en virtud de su estatus casi gubernamental, podían pedir préstamos

más baratos que otras compañías— estaban hasta el cuello en el mercado de

las subprime , y todos sus accionistas haciendo dinero a manos llenas

mientras se inflaba el mercado inmobiliario.

Según George, todo eso había contribuido a crear la clásica burbuja.

Mientras los precios de las viviendas siguieran subiendo, todo el mundo

estaba feliz: las familias que de pronto se habían comprado la casa de sus

sueños sin ninguna entrada, el promotor que no alcanzaba a construir las

casas lo bastante rápido para satisfacer a todos esos nuevos clientes, los

bancos que vendían instrumentos financieros cada vez más complejos con

atractivas ganancias, los hedge funds y los bancos de inversión que hacían

apuestas cada vez mayores por esos instrumentos financieros con dinero

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