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Una-tierra-prometida (1)

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Missouri, y hablar de tonterías mientras me deleitaba con el picoteo antes

de que Michelle apareciera en la pantalla de televisión, brillante con su

vestido aguamarina, para dar el discurso en la gala de apertura de la

convención.

Había evitado deliberadamente leer de antemano el discurso de Michelle

para no entrometerme en el proceso ni añadir más presión. No tenía dudas

de que lo iba a hacer muy bien a juzgar por lo que había visto en el

transcurso de la campaña, pero cuando la escuché contar su historia aquella

noche, hablar de su madre y de su padre, de los sacrificios que habían hecho

y los valores que le habían inculcado; cuando la escuché delinear el

improbable viaje que había realizado y describir sus esperanzas para

nuestras hijas; cuando vi a aquella mujer que había cargado con tanto,

dando fe de que yo siempre había sido fiel a mi familia y a mis principios;

cuando vi al público de la convención, a los presentadores y a la gente

sentada a mi lado embelesados... en fin, no pude sentirme más orgulloso.

Contrariamente a lo que dijeron algunos analistas, mi mujer no

«encontró» su voz esa noche. El público nacional tuvo al fin la oportunidad

de oírla sin filtros.

Cuarenta y ocho horas más tarde, me encontraba refugiado en una

habitación del hotel con Favs y Axe, afinando los detalles del discurso de

aceptación que iba a dar la noche siguiente. No había sido fácil de escribir.

Sentíamos que el momento pedía más prosa que poesía, una crítica

contundente a las políticas republicanas y el recuento de algunos pasos

específicos que quería dar como presidente; todo eso sin que sonara

demasiado largo, demasiado seco o demasiado partidista. Había pedido

incontables revisiones y tenía poco tiempo para ensayar. Mientras recitaba

el texto tras un podio falso, la atmósfera era más de transpiración que de

inspiración.

Solo en una ocasión noté de golpe el sentido de mi candidatura.

Casualmente la noche de cierre de la convención coincidía con el

cuadragésimo quinto aniversario de la Marcha de Washington y del

histórico discurso de Martin Luther King «Yo tengo un sueño». Decidimos

que no íbamos a llamar demasiado la atención sobre eso, y que era una mala

idea alentar comparaciones con uno de los mejores discursos en la historia

de Estados Unidos. Pero en el cierre de mi exposición sí le rendí homenaje

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