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Una-tierra-prometida (1)

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Unidos no puede superar lo de Wright y me abro paso a la nominación

dando tumbos, pero después pierdo las generales, ¿de qué habrá servido?

Gibbs apoyó la mano en mi hombro.

—No vas a perder —dijo—. La gente busca algo real, y lo han visto en ti.

Dejemos esta mierda atrás de una vez y para siempre, así podremos

recordarles de nuevo por qué tienes que ser tú el próximo presidente.

Aquel breve comunicado en el que claramente me opuse y marqué mi

distancia con el reverendo Wright, cumplió su objetivo. Si bien no apaciguó

del todo las preocupaciones de los votantes, al menos convenció a los

periodistas de que no tenía nada más que decir sobre el asunto. De regreso a

la campaña electoral, nos concentramos en la atención sanitaria, el empleo,

la guerra en Irak, inseguros sobre cómo se iban a jugar las cartas.

Y entonces recibimos un poco de ayuda de un bando inesperado.

Durante la primavera de 2008, los precios de la gasolina se habían

disparado por las nubes, sobre todo como consecuencia de numerosos

cortes en los suministros. Nada ponía a los votantes de peor humor que la

subida del precio de la gasolina, y ansioso por tomar la delantera en el tema,

John McCain había propuesto una suspensión temporal del impuesto federal

a la gasolina. Hillary apoyó la idea de inmediato, y el equipo me preguntó

qué quería hacer yo.

Les dije que estaba en contra. Aunque tenía cierto atractivo superficial,

sabía que iba a ser una sangría para el fondo federal de carreteras, ya de por

sí bastante mermado, lo que iba a implicar menos proyectos de

infraestructura y trabajo. Dada mi experiencia como senador por el estado

de Illinois, donde había votado en una ocasión a favor de una propuesta

similar, estaba seguro de que los consumidores no iban a percibir

demasiados beneficios. De hecho, los dueños de las gasolineras estaban tan

dispuestos a mantener los precios altos y aumentar sus propias ganancias

como a hacerles pagar ese ahorro de tres céntimos por galón a los

conductores.

Un poco para mi sorpresa, Plouffe y Axe estuvieron de acuerdo. De

hecho, Axe sugirió que destacáramos mi oposición como prueba de lo

decidido que estaba a ser sincero con los votantes. Al día siguiente, me

planté en una gasolinera y expliqué mi postura delante de un grupo de

reporteros, comparando lo que consideraba una política energética seria y a

largo plazo con la típica solución al estilo Washington que proponían tanto

McCain como Hillary. Dije que era un poco la típica pose política, diseñada

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