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Una-tierra-prometida (1)

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Aun así ella no aflojaba, incluso aceptando su condición de no favorita.

Su voz se volvió más apremiante, sobre todo cuando hablaba de las

preocupaciones de la clase trabajadora, y ofrecía su decisión de hacer

campaña hasta al final como prueba de lo duro que iba a batallar por las

familias de Estados Unidos. Las siguientes votaciones eran en Texas y Ohio

(estados con una población blanca de cierta edad y votantes hispanos que

tendía a inclinarse a su favor), y Pensilvania siete semanas más tarde (un

estado en el que también contaba con una ventaja saludable). Hillary

aseguraba a todo el que la quisiera oír que tenía planes de llevar la

contienda hasta el día de la convención.

«Es como un puto vampiro —se quejó Plouffe—, no hay forma de acabar

con ella.»

Su tenacidad era admirable, pero mi compasión no iba más allá. El

senador John McCain no iba a tardar en alzarse con la candidatura

republicana, y aquellos dos o tres meses de amargas contiendas en las

primarias demócratas le iban a dar una gran ventaja en los preparativos para

las elecciones generales de noviembre. También implicaba que después de

dieciocho meses de campaña ininterrumpida, nadie en mi equipo iba a

poder tomarse un descanso significativo, lo que era una tragedia porque

estábamos todos tirando de la reserva.

Tal vez eso explique por qué cometimos el único gran error táctico de

nuestra campaña.

En lugar de fijarnos expectativas realistas y ceder Ohio para concentrar

nuestros esfuerzos en Texas, decidimos ir a por el tiro de gracia e intentar

ganar en ambas. Invertimos muchísimo en los dos estados. Durante una

semana no paré de viajar de un lado a otro, de Dallas a Cleveland, Houston

y Toledo, afónico y con los ojos inyectados en sangre, un aspecto un tanto

alejado de un heraldo de la esperanza.

Nuestros esfuerzos tuvieron una modesta repercusión en las encuestas y

sin embargo dieron crédito a la afirmación de la campaña Clinton de que,

básicamente, una victoria suya en Texas y Ohio pondría a cero el marcador.

Mientras tanto los periodistas expertos en política que veían en aquellas

primarias tal vez mi última prueba antes de asegurar la candidatura, estaban

ansiosos por sostener un drama que había demostrado ser la gallina de los

huevos de oro para el índice de audiencia de las cadenas informativas por

cable, y dieron mayor cobertura a los ataques de Hillary, incluyendo un

anuncio en el que afirmaba que yo no estaba preparado para gestionar «una

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