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Una-tierra-prometida (1)

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Carolina del Sur y el monstruoso Supermartes de los veintidós estados—

con al menos la posibilidad de luchar.

Mi equipo principal comentó más tarde que fue mi optimismo el que les

hizo sobreponerse a la derrota de New Hampshire. No sé si fue realmente

eso, ya que mi equipo y mis simpatizantes se comportaron siempre con una

resiliencia admirable y una gran consistencia a lo largo de toda la campaña,

independientemente de lo que yo hiciera. Como mucho me limité a

devolver el favor, dado todo lo que habían hecho los demás para ayudarme

a cruzar la línea de meta de Iowa. Lo que seguramente sea cierto es que

New Hampshire le mostró a mi equipo y a mis simpatizantes una cualidad

que yo conocía de mí mismo, algo que se demostró útil no solo durante el

transcurso de la campaña, sino durante los ocho años que siguieron: con

frecuencia soy mucho más fuerte cuando las cosas se están yendo al garete.

Tal vez Iowa me había convencido a mí y a mi equipo de que podía llegar a

presidente, pero fue New Hampshire la que nos hizo estar seguros de que

estaba preparado para el trabajo.

Me han preguntado con frecuencia por ese rasgo de mi personalidad: mi

capacidad para mantener la compostura en medio de una crisis. A veces

contesto que es solo una cuestión de temperamento, o la consecuencia de

haberme criado en Hawái, ya que resulta difícil estresarse a treinta grados

con sol y a cinco minutos de la playa. Si estoy hablando con un grupo de

gente joven, les explico que durante mucho tiempo me he ejercitado

mirando las cosas con una perspectiva más amplia y les hablo de lo

importante que es mantenerse centrado en los objetivos y no preocuparse

demasiado por los altibajos cotidianos.

Hay algo de cierto en todo eso, pero también hay otro factor. En los

momentos difíciles trataba de comunicarme con mi abuela.

En ese momento tenía ochenta y cinco años y era la última superviviente

del trío que me había educado. Su salud estaba cada vez más deteriorada: el

cáncer se había extendido por todo un cuerpo ya devastado por la

osteoporosis y toda una vida de malos hábitos. Pero su mente se mantenía

lúcida y perspicaz, y como ella ya no podía viajar y yo me había perdido

ese año nuestro viaje navideño a Hawái debido a obligaciones de la

campaña, la había estado llamando cada varias semanas para saber qué tal

estaba.

Hice una de esas llamadas desde New Hampshire. Como siempre, la

conversación no duró mucho: Toot pensaba que las llamadas de larga

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