07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Fue una muestra infrecuente y sincera de sus emociones, una que

atentaba contra su imagen controlada y férrea, lo bastante para generar

titulares y poner a hablar a todos los comentaristas políticos. Algunos

interpretaron el momento como algo convincente y auténtico, un nuevo

punto de encuentro entre Hillary y el público. Otros o bien lo atribuyeron a

un mero instante de emoción fingida o lo interpretaron como un signo de

debilidad que amenazaba con perjudicar a su candidatura. Junto a todo eso

estaba, evidentemente, el hecho de que Hillary podía convertirse en la

primera presidenta de la nación —igual que yo en cuanto a la raza— y su

candidatura hacía emerger todo tipo de estereotipos sobre género y sobre

cómo tenían que vestir y comportarse nuestros líderes.

El revuelo sobre si la popularidad de Hillary subía o bajaba continuó

hasta el día de las primarias en New Hampshire. Mi equipo se consolaba

con el hecho de que teníamos un buen colchón: las encuestas nos situaban

diez puntos por delante. Cuando durante una charla que dábamos al

mediodía en una universidad local frente a una escasa multitud mi discurso

se vio interrumpido por un estudiante que se desmayó y los médicos

tardaron un tiempo interminable en atenderlo, no me lo tomé como un mal

presagio.

No fue hasta esa noche, después de que se cerraran los comicios, cuando

me di cuenta de que teníamos un problema. Mientras Michelle y yo

estábamos en la habitación del hotel preparándonos para lo que pensábamos

sería la celebración de la victoria, alguien llamó a la puerta. Cuando abrí me

encontré a Plouffe, Axe y Gibbs en el vestíbulo, como unos adolescentes

temerosos que acaban de estampar el coche de papá contra un árbol.

«Vamos a perder», dijo Plouffe.

Empezaron ofreciendo varias teorías sobre lo que había ido mal. Era

posible que los independientes que nos apoyaban antes que a Hillary

hubiesen decidido votar en masa en las primarias republicanas para ayudar

a John McCain, pensando que nosotros teníamos la carrera encarrilada.

Podía ser que muchas mujeres indecisas se hubiesen inclinado hacia Hillary

durante los últimos días de campaña. O tal vez cuando el equipo Clinton

nos atacó en televisión o en las campañas por correo no habíamos hecho lo

suficiente para señalar sus tácticas negativas y nos habíamos limitado a

recibir los golpes.

Todas aquellas teorías parecían probables, pero de momento los porqués

no importaban.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!