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Una-tierra-prometida (1)

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Fue un resultado gratificante, aunque solo fuera por no tener que soportar

las severas miradas de mi equipo.

—¡Te los has cargado! —dijo Axe dándome una palmada en la espalda.

—¡Creo que tenemos que presionar para que todos los debates sean a las

ocho de la mañana! —bromeó Plouffe.

—Eso no tiene gracia —dije yo (no era entonces ni soy ahora una

persona madrugadora).

Nos metimos en el coche y salimos hacia nuestra siguiente parada.

Durante el camino seguimos escuchando los gritos de nuestros

simpatizantes, en varias filas, mucho después de haber dejado de verlos.

—¡En marcha!

—¡Estamos listos!

Parte de los motivos por los que había recibido tanta atención de los

moderadores durante el debate en la Universidad de Drake fue que se había

publicado una encuesta sobre intención de voto que me mostraba por

primera vez encabezando Iowa, aunque solo un 1 por ciento por delante de

Clinton y Edwards. La contienda estaba equilibrada (algunas encuestas

posteriores volvieron a situarme en tercer lugar) pero no había manera de

negar que nuestra organización de Iowa estaba funcionando, sobre todo

entre los votantes más jóvenes. Se sentía en las multitudes; en su tamaño, en

su energía y, lo más importante, en el número de cartas de apoyo y

alistamiento de voluntarios que íbamos teniendo en cada ciudad que

visitábamos. A menos de seis meses de la designación de candidatos,

nuestra fuerza solo estaba arrancando.

Por desgracia, nada de ese progreso se vio reflejado en las encuestas

nacionales sobre intención de voto. Que nos hubiésemos centrado en Iowa,

y hasta cierto punto también en New Hampshire, implicó que acudiéramos

poco a las cadenas de televisión y no hiciéramos muchas apariciones en

otros lugares, y en septiembre aún seguíamos veinte puntos por detrás de

Hillary. Plouffe hizo lo que pudo para educar a la prensa sobre por qué las

encuestas nacionales sobre intención de voto no tienen ningún sentido en

una etapa inicial, pero no sirvió de mucho. Me vi respondiendo inquietas

llamadas telefónicas de nuestros simpatizantes de todo el país, muchos de

ellos ofreciéndome consejos políticos, recomendándome que pusiera

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