07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

terrorismo y que no debíamos traspasar sus fronteras en busca de terroristas.

Mis declaraciones provocaron una agitación bipartidista en Washington,

con Joe Biden, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado,

y con el candidato republicano a la presidencia, John McCain, ambos

manifestaron su opinión de que yo no estaba preparado para ser el

presidente de Estados Unidos.

Para mí, episodios como ese mostraban hasta qué punto la política

exterior de Washington había envejecido, optando por la acción militar sin

ningún intento de probar las opciones diplomáticas, y recurriendo a las

bondades de la diplomacia para mantener el statu quo justo cuando lo que

hacía falta era una intervención. Indicaba también el grado en el que la

gente que toma las decisiones en Washington estaba siendo negligente a la

hora de sincerarse con el pueblo estadounidense. Nunca llegué a convencer

a los críticos nacionales de que con mis opiniones tenía razón, pero tras

aquellos encontronazos las encuestas sobre intención de voto mostraron una

curiosa tendencia... los votantes demócratas de las primarias me daban la

razón.

Mantener esas razones de peso era liberador y también un recordatorio de

por qué me presentaba. Me ayudaban a recuperar mi voz como candidato.

Esa confianza se demostró unos debates más tarde, en un encuentro a

primera hora de la mañana en la Universidad de Drake, en Iowa. El

moderador, George Stephanopoulos, de ABC, le dio una rápida oportunidad

a Joe Biden para que explicara exactamente por qué no me consideraba listo

para la presidencia. Cuando tuve la posibilidad de responder, cinco minutos

más tarde, ya había tenido que escuchar a todos los demás candidatos sobre

el escenario intentando noquearme.

«Bueno, ya saben que para preparar este debate pasé una tarde en los

coches de choque de la feria del estado», dije, usando una frase que se le

había ocurrido a Axe refiriéndose a mi superpublicitada excursión con

Malia y con Sasha el anterior fin de semana. La gente se rio y durante la

siguiente hora debatí alegremente contra mis oponentes sugiriendo que

cualquier votante demócrata que tratara de sacar en claro quién

representaba un verdadero cambio con respecto a las políticas de George

Bush no tenía que mirar más lejos que las posturas de los que estábamos

sobre el escenario. Por primera vez desde que habían empezado los debates

me lo pasé bien, y el consenso de la crítica aquella mañana fue que yo había

ganado.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!