07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Axe si había sido capaz de anticipar lo buen arquitecto de campaña que iba

a ser su por aquel entonces socio júnior. Negó con la cabeza.

«Una jodida revelación», dijo.

En la política presidencial la mejor estrategia no sirve de nada si no

tienes los recursos para ejecutarla, y esa era la segunda cosa que él hacía

para nosotros: conseguir dinero. Si se piensa que los Clinton llevaban

cultivando una base nacional de donantes desde hacía casi tres décadas,

nuestra presunción de trabajo era que la tremenda recogida de fondos de

Hillary nos iba a aventajar. Pero el hambre de cambio del país se demostró

más grande de lo que nosotros mismos habíamos anticipado.

Al principio nuestra recogida de fondos había seguido el patrón

tradicional: grandes donantes de ciudades grandes que firmaban grandes

cheques. Penny Pritzker, una empresaria de Chicago y amiga desde hacía

mucho, colaboró en nuestra campaña como presidenta nacional de finanzas,

trayendo con ella tanto a los genios de la organización como una enorme

red de relaciones para la causa. Julianna Smoot, nuestra malhablada y

experimentada directora de finanzas, construyó un equipo de expertos.

Tenía un talento especial para alternar un lenguaje dulce y vergonzoso con

otro a ratos temible en su incesante búsqueda de fondos. Tenía una gran

sonrisa, pero la mirada de una asesina.

Me fui acostumbrando a la ardua tarea, en parte por pura necesidad, pero

también porque a medida que iba pasando el tiempo nuestros donantes

llegaron a comprender y hasta apreciar mis términos. Se trataba de construir

un país, les decía, esto no iba ni de egos ni de prestigio. Escuchaba sus

opiniones sobre algún asunto, sobre todo si se trataba de algo en lo que eran

expertos, pero no modificaba mis opiniones para agradarles. Si tenía un

minuto libre, las cartas de agradecimiento que escribía y las llamadas de

cumpleaños no estaban dirigidas a ellos, sino a nuestros voluntarios y

nuestro equipo más joven sobre el terreno.

Y además si ganaba podían contar con que iba a subirles los impuestos.

Aquella actitud nos hizo perder algunos donantes, pero ayudó a

desarrollar una cultura entre los simpatizantes que no tenían nada que ver ni

con beneficios ni con el estatus. Y en todo caso cada mes que transcurría,

nuestros donantes iban perdiendo capas de maquillaje. Empezaron a entrar

pequeñas donaciones; de diez, veinte, cien dólares, la mayoría a través de

internet, de estudiantes universitarios que reducían su presupuesto para

Starbucks durante la duración de la campaña, o de abuelas que habían

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!