07.09.2022 Views

Una-tierra-prometida (1)

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Ya sabes —me dijo— que la ciudad a la que vamos, Waterloo, se

pronuncia «Waterlú».

—Claro —respondí—, Waterlou.

Axe negó con la cabeza.

—Se dice «Waterlú», no «Waterlou».

—Dilo otra vez.

—Waterlú —dijo Axe cerrando los labios.

—Otra vez.

Axe frunció el ceño.

—Barack, va en serio.

No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que en el mismo instante en

que anuncias tu candidatura a la presidencia, ya no se aplican las leyes

corrientes de discurso; los micrófonos aparecen por todas partes y todas las

palabras que dices se graban, amplifican, estudian y diseccionan. En el

ayuntamiento de Ames, Iowa, en la primera gira después del anuncio estaba

explicando mi oposición a la guerra de Irak cuando cometí el descuido de

decir que la improvisada decisión de la Administración Bush había

provocado que más de tres mil vidas de jóvenes soldados estadounidenses

se hubiesen «desperdiciado». Me arrepentí de ese calificativo en el mismo

instante en que la pronuncié. Siempre había sido muy cuidadoso a la hora

de distinguir entre mi opinión sobre la guerra y mi aprecio por el sacrificio

que hacían nuestras tropas y sus familias. Solo unos recortes de prensa

hicieron alusión a mi metedura de pata, y un rápido mea culpa acabó con la

controversia, pero fue un recordatorio de que a partir de ese momento las

palabras ya no tenían el mismo peso que antes. En cuanto pensé en el

impacto que habían podido tener mi descuidada elección sobre una familia

que aún estaba llorando una pérdida, me descorazoné.

Por naturaleza soy un orador prudente y eso me ayudó a mantener un

número de «gaffes» relativamente bajo con respecto a la media de otros

candidatos presidenciales. Pero mi cuidado por las palabras generó otra

cuestión durante la campaña: era demasiado prolijo y eso se convirtió en un

problema. Cuando me hacían una pregunta, tendía a dar respuestas

enrevesadas y agotadoras, mi mente descomponía cualquier cosa de manera

instintiva en toda una serie de componentes y subcomponentes. Si por lo

general cualquier argumento tiene dos posturas, yo explicaba cuatro. Si

había alguna excepción a alguna afirmación que había hecho, no solo me

limitaba a señalarla, sino que ofrecía hasta notas a pie de página. «¡Te vas

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!