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TRANSICION ENERGETICA COLOMBIA BID-MINENERGIA-2403_2021

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en la geopolítica global difícilmente serán

lineales, ya que inevitablemente las disrupciones

con cierta frecuencia redirigirán el camino.

No se anticipó la revolución del shale,

ni la crisis financiera de 2008, ni el renacimiento

del vehículo eléctrico, ni la caída de

los costos de la energía solar, ni un virus increíblemente

transmisible de murciélago que

conduciría a una pandemia y una era económica

oscura.

Colombia y la comunidad mundial se encuentran

en un punto de inflexión en la historia

energética mundial. Muchos reflexionarán

sobre la rapidez con la que pueden y deben

reducir las emisiones, aumentar la eficiencia

e invertir en capacidades libres de carbono.

Los recursos nacionales serán un factor, especialmente

a medida que los países se reconstruyan

después de la pandemia. Pero el

mismo desafío de la recuperación también

suscita la pregunta, no solo de cómo los países

invierten, sino (quizás lo más importante)

qué incentivos crean para los flujos de capital

privado que dominan la innovación y el crecimiento.

Este es el contexto en el que Colombia lanza

la transformación de sus sistemas energéticos.

Las direcciones de la política son claras:

aumentar la participación de las energías renovables

no convencionales de menos del 1%

a más de 12% en la matriz energética para

el 2022; elevar su objetivo de reducción de

emisiones de gases de efecto invernadero

(GEI) del 20% al 51% para 2030; y hacer de

la “reactivación sostenible” la fuerza que impulsa

su estrategia de recuperación económica

como resultado del COVID. La respuesta de

Colombia bajo el Gobierno del Presidente Iván

Duque no solo ha ayudado al país a sobrellevar

la “edad oscura” del COVID-19, sino que

ha posicionado a Colombia para capitalizar la

recuperación económica anticipada, más allá

de la pandemia.

El panorama mundial será de competencia

intensa. El compromiso de China de lograr carbono

neutralidad para 2060 es una tarea colosal,

debido a su consumo masivo de carbón

y otros combustibles fósiles. China también

es el mayor inversor del mundo en energía

renovable, controla alrededor del 80% de las

exportaciones mundiales de paneles solares,

produce la mayoría de los materiales necesarios

para la fabricación de vehículos y equipos

de almacenamiento en redes, es líder en

producción de vehículos eléctricos y cuenta

con objetivos de producción más ambiciosos

que cualquier otra nación. Todo esto encaja

con la estrategia nacional de China para

reducir la dependencia de las importaciones

de combustibles fósiles – ahora 75% para el

petróleo – y para frenar los impactos políticamente

paralizantes de la contaminación.

Ningún continente está presionando más

fuerte que Europa. A finales de 2019, Europa

adoptó el Pacto Verde Europeo, que se propone

lograr cero emisiones netas de GEI para

2050 y una reducción de las emisiones de GEI

del 55% para 2030. El Pacto Verde Europeo,

junto con la recesión económica agravada por

la pandemia inflexible del COVID-19, requirió

del desarrollo de un plan de recuperación

por parte del Parlamento Europeo de 1.824

billones de euros, con un gran énfasis en

la sostenibilidad y la digitalización. China,

EE. UU. y la Unión Europea juntos representaron

el 45% de las emisiones globales

y el 60% del PIB mundial en 2019. El ritmo

global del cambio en la política de cambio

climático es incierto. La dirección es clara.

13

La Transición Energética

de Colombia

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