03.08.2022 Views

Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

Libro de autoayuda

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Quedate a vivir acá, si querés.

Facundo se quedó unos días en el boliche de la Diabla recuperándose de

la paliza, después del rescate de Lautaro. La Diabla siempre venía a

charlar con él y juntos leían libros en la cama, recitaban. De a poco,

Lautaro fue enganchándose con ellos, a pesar de que nunca antes en su

vida había tocado un libro. Cuando se recuperó, volvió a su casa a buscar

ropa y otras cosas; ni siquiera avisó adonde se iba a vivir. Su madre no se

lo preguntó tampoco: se limitó a mirarlo hacer el bolso, casi feliz.

A partir de ahí comenzó su entrenamiento, a cargo de Lautaro, que le

conseguía citas, le presentaba tipos, le explicaba cuánto tenía que pedir,

qué cosas le convenía hacer y qué cosas no. Facundo le hacía bastante

caso: no tanto como para no correr peligro un par de veces. Pero Lautaro

lo dejaba: «Tenés que aprender solo», le decía, «vas a aprender de las

cagadas que te mandás». Facundo recordaba claramente esas clases

magistrales, cuando Lautaro se paseaba con un cigarrillo sin filtro por la

habitación de la Diabla y decía, con su voz gruesa y áspera: «No te dejes

pegar nunca y no te enrosques con tipos masoquistas porque eso no te

calza, sos demasiado debilucho, terminarías mal. Lo tuyo es volverlos

locos con esa cara que tenés, volverlos locos y sacarles cada vez más

plata. No tengo que explicarte cómo hacerlo, ya lo sabés demasiado bien,

naciste sabiéndolo».

A cambio, Facundo empujaba a Lautaro a dejar un poco su papel de

matón callejero, que era lo único que a veces le molestaba de su amigo.

Para Facundo, ser chongo no significaba de ninguna manera dejar otras

cosas de lado y así se lo decía a Lautaro: «Vos y yo somos muy distintos.

Vos servís para apurar a la gente, yo no. Vos arreglás todo a las pinas, yo

cogiendo, pero eso no quiere decir que necesariamente seamos unas

bestias, Lautaro». Y, por eso, Facundo solía encerrarse con Lautaro a

tomar un vino, charlar y leerle algún libro. Al principio, Lautaro se resistía

y Facundo se quedaba solo con la Diabla, sin presionarlo. Después las

cosas cambiaron: Facundo aún recordaba a su amigo con los ojos

brillantes y boquiabierto, escuchándolo leer en voz alta, sentado en el piso.

Desde que Lautaro murió, Facundo nunca volvió a hacer eso con nadie.

Sin embargo, nada podía desprenderlo de los libros y nada podía hacer que

de vez en cuando no se le cerrara la garganta cuando leía alguno de los

pasajes que maravillaban a Lautaro. Tampoco la Diabla lo acompañaba

más en esas lecturas en voz alta, porro y vino tinto: era un rito muerto,

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!