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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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—No. Es alguien que conozco —dijo Facundo, y atendió el portero.

Mientras Armendáriz se ataba los cordones de los zapatos, los celos le

enrojecieron la cara. Supo quién era sólo por el timbre y no le importa que

esa persona lo vea conmigo. El otro sabe que yo existo. Cómo deben reírse

los dos del viejo gordo y enamorado, pensó, del viejo con plata que viene a

encamarse con el chonguito y tiene pánico de que la gente se entere.

Narval entró sin saludar, su largo cabello rubio despeinado y sucio y una

campera de jean atada a sus caderas flacas. Salvo por la palidez y la altura,

no se parecía en nada a Facundo y eso sorprendió un poco a Armendáriz,

aunque no podía precisar por qué. El rostro de Narval no tenía esa

expresión soberbia y distante que caracterizaba a Facundo; sus ojos azul—

verdosos eran afiebrados, de mirada intensa y viva, todo lo contrario a la

helada y penetrante mirada gris de Facundo. No podía estar quieto; sus

manos delgadas y llenas de mínimas lastimaduras jugueteaban todo el

tiempo con un mechón de sus cabellos o con una hilacha de su camisa.

Lord Byron se erizó ante Narval, como siempre. Armendáriz suspiró

aliviado.

—Él es Narval —dijo Facundo, apoyándole una mano en el hombro—.

¿Querés algo? —le preguntó.

—Vasito de agua. ¿Qué tal? —y besó a Facundo en los labios mientras

Armendáriz apretaba los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

Facundo se metió en la cocina con una divertida sonrisa, que Armendáriz

intentó ignorar.

—Qué nombre raro.

—Sí —dijo Narval.

—¿Qué origen tiene?

Narval sacudió la cabeza para sacarse el pelo de la cara.

—Así se llama un pez unicornio del Mar del Norte.

—¿Quién te lo puso?

Facundo volvió con un vaso de agua y le indicó con una seña a Narval

que se sentara a su lado. Le apoyó una mano en la rodilla y miró a

Armendáriz.

—¿Le estás haciendo un reportaje, Luis? ¿No es un poco ridículo

preguntarle por el nombre? Es casi como hablar del tiempo —y murmuró,

sólo para que lo escuchara Narval—: Siempre trata de averiguar todo.

Armendáriz se acomodó en su asiento y miró la hora. No pensaba irse

por un buen rato, aunque era evidente (lo sentía poderosamente) que

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