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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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Se estaba callando antes de que llegaras.

Facundo lo miró a los ojos.

—¿Por qué no te vas con Carolina?

Narval revoleó la cabeza.

—Con ella puedo estar cuando quiera.

—Conmigo también, en todo caso.

—No es lo mismo.

Facundo se levantó bruscamente de la mesa y caminó hacia la puerta,

con Narval detrás, sin decir una palabra. Encendió otro cigarrillo en la

vereda y paró un taxi.

—Perú al 1300 —le dijo al chofer, y Narval lo miró sorprendido porque

era su dirección y jamás habían ido a su casa antes. Sin embargo, no dijo

nada porque Facundo estaba hermético, casi demasiado silencioso. Narval

se recostó a mirar por la ventanilla y sintió cómo se agrandaba el silencio,

cómo desaparecía el ruido del auto, incluso cómo se iba de a poco el

sonido de su propia respiración. Casi como el silencio del subterráneo,

pensó. Siguió mirando por la ventanilla, seguro de que alguno de Ellos

estaba sentado a su lado en el taxi; no juego más, pido gancho, pensó, y

empezó a sonreír cuando los sonidos volvieron y vio la puerta de su casa y

se bajó del taxi.

Facundo lo dejó boquiabierto cuando cerró la puerta desde adentro.

—Santa Fe y Callao, yo sigo —le dijo al taxista y, mirando a Narval

parado en la vereda, murmuró—: tengo cosas que hacer.

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