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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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—Milagro. Dale, andá a buscar los envases.

Los dos se hicieron unas rayas antes de salir. En el ascensor, Narval

abrazó a Facundo y, en mitad del beso, dijo:

—No siento los labios. Qué duro estoy.

—Yo también. Y queda un montón de merca todavía.

La noche estaba muy lenta, casi quieta. Narval sintió que hacía mucho

que nadie le daba un cuchillazo en el estómago a la noche. Como siempre,

tipos en la puerta del kiosco, escabiando, la imagen más repetida y tediosa

que Narval se podía imaginar. Y sin embargo él seguía haciendo eso, no

con tanta frecuencia y sin el más mínimo entusiasmo, pero solía terminar

en las esquinas, tirado, fumando y tomando cerveza, con el Negro, con

Esteban, de vez en cuando incluso con Facundo. A Facundo, en cambio, le

divertía lo ritual, le gustaban las barras. Narval creía que en el fondo

Facundo se burlaba de las barras todo el tiempo, que por eso le gustaba

estar ahí. A Narval no le daba risa. Sentir que había perdido ese

sentimiento de fascinación por la calle lo deprimía profundamente, le

producía una intensa nostalgia, la misma que lo llevaba a escuchar las

tonterías que decía Esteban.

—Nunca puedo integrarme del todo a la gente —dijo Narval—,

Enseguida me aburren y los empiezo a odiar.

Facundo se encogió de hombros.

—Te preocupás demasiado. Yo no sé si me meto o no en las historias

con la gente, pero me divierte ver que los demás me hacen un lugar. Creo

que me gusta hacer como que formo parte de algo. No me aburren ni me

divierten ni los odio. Qué sé yo, no son tan importantes.

Mientras caminaban de vuelta con las cervezas, Facundo dijo:

—Si dejé la ventana abierta y entró viento y me voló la merca, me mato,

te juro por Dios.

—Nos matamos juntos. Facun.

Pero la merca estaba en su lugar y Facundo destapó una cerveza. Más

tarde, ninguno de los dos recordaba cuántas veces se había repetido la

secuencia ascensor—kiosco—ascensor—merca.

—Facun, ¿cuánto te cobró el Negro por esto?

—Un palo y medio.

—¿Tenés la plata?

—Ahora no. Pero se la pido al viejo mañana.

—¿Cuánto le cobrás al viejo?

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