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6
Lord Byron se erizó sobre un almohadón y maulló cuando Facundo
encendió la luz. Esperó sentado que su dueño se acercara y frotó el lomo
contra la mano de Facundo, que se desplomó a su lado. El gato era
extrañamente parecido a él: la misma haraganería, el mismo pelo brillante
y negro.
Lord Byron se acostó sobre el pecho de Facundo, que se puso a
acariciarlo suavemente, hasta que el gato empezó a ronronear y Facundo
sonrió.
—Sos un puto —le dijo, y se lo sacó de encima con cuidado, apoyándolo
en el piso. Lord Byron lo miró irse a la cocina. Facundo sacó una botella
de vodka y otra de Fanta de la heladera y las llevó hasta la mesita de
vidrio del living. Sacó del bolsillo una tiza de merca y también la dejó ahí.
Prendió un cigarrillo y volvió a tirarse sobre los almohadones.
Esa noche no tenía ganas de hacer la calle ni de ir a lo de la Diabla ni
nada. Había ido temprano a Malicia para encontrarse con Narval e
invitarlo a tomar la merca que le había comprado al Negro.
Narval había aceptado, pero pidió que lo esperara un rato porque un tipo
que le debía plata iba a pasar a devolvérsela. Facundo no tenía ganas de
esperarlo en el boliche, así que se había ido para su casa.
Cuando oyó los tres timbres de Narval, suspiró. Diez minutos más y
hubiera empezado a tomar solo. Era terrible mirar diez gramos de merca
sin tocarlos.