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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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meramente trastornados, y ya ni siquiera pedían que volviera a dormir;

sospechaban que Carolina vivía aún con ellos solamente porque odiaba

trabajar y en esa casa tenía techo y comida.

La puerta de la habitación se abrió: era Mauri, el hermano mayor de

Carolina, que, como de costumbre, entraba sin golpear. Se apoyó contra la

pared, fumando parsimoniosamente uno de sus cigarrillos negros.

—¿Qué te parece? —preguntó Carolina.

—Que parecés una rubia teñida más.

—Sabía que ibas a decir eso.

Mauricio bostezó; intentó tirar la ceniza del cigarrillo sobre un platito

que hacía de cenicero, pero apuntó mal y la ceniza cayó al piso.

—No me ensucies todo, Mauri, que después estoy tres horas limpiando.

Mauricio no le contestó. Pitó su cigarrillo y siguió mirándola con

expresión crítica. Después dijo, sonriente:

—¿A qué se debe, hermanita? ¿Los caballeros las prefieren rubias?

—Nada que ver. Tenía ganas, nomás. Mirá que me voy a teñir los pelos

por un tipo...

—Carolina, convengamos en que tus relaciones con los hombres no son

precisamente normales.

—¿Por qué, a ver?

—¿No es obvio?

—No.

—Caro, recordemos a Luciano...

Luciano había salido con Carolina sólo un par de meses; desde un

primer momento ella le había dicho a su hermano que se trataba de El

Hombre, aunque Mauricio le garantizó que Luciano estaba completamente

loco. Carolina no le dio importancia a su opinión, como de costumbre,

pero el tiempo terminó dándole la razón a Mauri. Después de las primeras

dos semanas, Luciano y Carolina habían destrozado varios hoteles

tirándose cosas; al mes, Carolina llamaba recurrentemente desde las

comisarías para que Mauri la sacara sin que sus padres lo supieran; a

veces, porque la policía la levantaba borracha del piso, a veces, por

disturbios en lugares públicos —es decir, agarrarse de los pelos en un bar

con Luciano—. Mauri siempre acudía a las llamadas, ocultándoles todo a

sus padres. Carolina tenía una imagen recurrente de su hermano medio

dormido, con los pelos parados, diciéndole que sí con la cabeza al oficial

de turno. El romance terminó de una manera bastante estrepitosa cuando

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