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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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Narval se fue sin cerrar la puerta: no había llave por ningún lado y, si a

Facundo no le importaba, a él tampoco. Bajó las escaleras a oscuras. No

pudo encontrar la llave de la luz en ningún piso, así que siguió a ciegas,

adivinando los escalones, como si bajara por un pozo hacia el centro de la

tierra.

La calle lo enojó: no le gustaba el barrio de Facundo, no le gustaban el

ruido ni los negocios finos ni el tránsito interminable. Caminó rápido, con

las manos en los bolsillos, tratando de alejarse lo más pronto posible. Se

había acostumbrado tanto a caminar que ya ni se cansaba; calculaba que

debía recorrer más de diez kilómetros por día.

Sin embargo, llegó casi agotado a la calle de los bares: el calor era

abombante. «Calle de los bares» era la manera en que había bautizado una

cuadra frente a la plaza Flores donde había dos boliches bastante

diferentes, pero complementarios: Malicia y Sonic. Malicia era

básicamente un bar donde uno paraba a tomar algo antes de partir hacia

Sonic, un galpón cuadrado donde se escuchaba rock y se bailaba. Ambos

boliches eran también el lugar de encuentro para pegar algo de droga,

aunque, por lo general, las movidas se hacían en la plaza, ignorando la

ominosa presencia de los patrulleros que la bordeaban una y otra vez

durante la noche.

Narval cruzó hacia la plaza con esperanzas de encontrar al Negro, que, si

estaba de buen humor, quizá le habilitaría algo de fruía.

Pero sólo si estaba de buen humor: al Negro no le gustaba que le quedaran

debiendo. Si era benévolo a veces con Narval, era porque siempre, tarde o

temprano, éste le pagaba. Narval se metía en bardos espectaculares para

conseguirle la plata al Negro. El más memorable había sido el episodio de

la videocasetera. En esa época Narval no robaba cosas grandes, se limitaba

a abrir uno que otro coche o arrebataba plata y ropa a cualquier

desprevenido que anduviera solo por la calle. Pero con la videocasetera

había sido una situación especial porque Narval estaba tan endeudado que

con ninguno de sus pequeños hurtos hubiera podido conseguirle la plata

que debía. Además, en ese momento al Negro no le hacía tanta falta

efectivo: se había metido en la historia de vender televisores y

videocaseteras robados, así que le dijo a Narval que, si traía una video,

solucionaba su problema.

Narval montó guardia durante unas noches por su barrio, para averiguar

qué casa se acomodaba mejor al propósito de meterse por la ventana.

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