Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

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y ayudó a el-Hombre-de-las-arañas, sacándole bichos del pelo, como unmono.Narval descubrió pronto que en los túneles, en su hogar, no pasaba eltiempo; la barba no le crecía, tampoco las uñas. Y nunca se sabía si era denoche o de día. Probablemente no hay noche y día, pensaba.Tampoco intentaba irse; nadie trataba de buscar el camino por donde élhabía entrado. Sólo existía para que yo volviera, cuando escapé hacia elmundo de los espejismos. Narval caminaba solo por el túnel cuando Ellase dormía, porque Ella era la mujer de Narval y dormían juntos en unpequeño hueco donde goteaba agua.Poco a poco Narval dejó de sentir curiosidad por el camino de vuelta ylo que había al final, que, vagamente recordaba, eran edificios y calle ygente, pero nada real. Acá estoy a salvo, se decía, en casa. SomosNosotros, no voy a volver a escaparme más.Pero una vez Narval no pudo dormirse en el pequeño cubil, junto a Ella,molesto por el ruido del agua, y salió a pasear por el túnel. En un recovecosintió una ráfaga de viento caliente y distinguió unos largos cabellososcuros que escapaban. Una extraña sensación, remota, invadió el cuerpode Narval: estaba temblando. Podía reconocer esos cabellos, ese olor. Unafrase rebotó en su cerebro, pero no pudo precisar de dónde la había sacado:«En una multitud serías el único al que vería».Poco después distinguió el pálido rostro de ojos grises que lo observabaa la distancia, apenas visible en la penumbra llena de brumas. Ellosparecían no darse cuenta de esa presencia. Y Narval lo siguió por el túnel,alejándose de Ellos, de Nosotros. Recordó la habitación de olores fétidos,la lámpara destrozada en el piso, el lejano triciclo abandonado que seenfriaba bajo la luna, y los ojos sonrieron. Los ojos grises y el cabellonegro, pensó. Es él, otra vez conmigo, como siempre.Narval llenó la jeringa de aire y la clavó en su brazo purpúreo. Pero nosintió dolor porque estaban los ojos, los ojos grises, que iban aacompañarlo cuando fuera el momento de bajar.
ÍNDICENota a la edición 7Parte I1 152 213 314 395 516 597 738 779 8310 8911 9912 10713 11314 12115 12516 13317 13918 14919 16120 16321 16722 17523 18124 19125 19926 20327 20928 21329 21930 223
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NOTA A LA EDICIÓNTengo muy mala me
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gays. Hace poco, uno me confesó qu
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Quien con monstruos lucha cuide de
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1Amanecía. La humedad y el calor p
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Y el miedo a mandar de más y ganar
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Unas uñas rascaron los azulejos. E
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Facundo le había dejado la puerta
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emborracharse. Narval odiaba profun
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jamás a aquel chico de ojos grises
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colegas. Si no tengo ganas de verte
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3Cuando Narval despertó, el depart
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había bañado también había sido
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Finalmente, se decidió por una lin
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El vino caliente le revolvió el es
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meramente trastornados, y ya ni siq
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Sus padres, preocupados, llevaron a
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oscuridad, todas esas noches que vo
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—Está bien —Facundo suspiró y
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se emborracharon como nunca y prome
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—Estás hermosa con esos pelos. V
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Pero eso nunca pasaba. La luz se en
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Facundo encendió un cigarrillo, so
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Cuando Narval entró, Lord Byron tr
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—Pasó que te tomaste no sé cuá
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Narval revoleó la cabeza. Chupó e
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—Milagro. Dale, andá a buscar lo
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picar —esnifó nerviosamente—.
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Armendáriz había visto por primer
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Facundo agujereó la cajita y acomo
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Se estaba callando antes de que lle
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Lo que más le molestaba era que ú
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Narval no contestó y abrió la ven
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Pasó por un bar lleno de gente, co
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—Dormís tan poco... —le dijo A
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Armendáriz le acarició los hombro
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estaba de más. lodo era inútil po
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Facundo no se dio por enterado. Aga
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11Por un instante, las hojas de los
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gato tan negro como la habitación.
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enterrado junto a los ojos azules y
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12Carolina revolvió la comida dent
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Mauricio cerró la canilla para seg
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—¿Qué, vos pensás igual que é
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—Nunca me lo habías dicho.Facund
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—No voy a decir una pavada como q
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—Nada. Me aburro. ¿La Diabla?—
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15Narval despertó con un brazo col
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La segunda mostraba a un hombre de
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—Por eso estabas enamorado de él
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16Armendáriz había sentido miedo
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películas de la época dorada de H
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mandé a cagar y me fui igual. Pero
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17Al llegar a su departamento, Narv
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asiento, mirando fijo por la ventan
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Narval, sonriendo divertido, agarr
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Ella diera un portazo y se le senta
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18Facundo tocó decididamente el ti
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levemente; después se acercó a un
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—No quise decir eso —murmuró
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—Metete adentro, Carolina —orde
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y sonrió amargamente. Recordó que
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23Mauri se quedó boquiabierto cuan
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En ese momento Carolina entró en l
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