03.08.2022 Views

Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

Libro de autoayuda

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Mora Acevedo...». Y no pudo seguir leyendo porque las letras se movían

ante sus ojos. No lo creyó, claro que no. Si lo había visto anteayer... Tenía

que ser un error. Entrecerrando los ojos, volvió a leer muy despacio y con

cuidado las palabras, simples, concretas. Armendáriz quiso gritar que él

había tenido a ese chico entre sus brazos muchísimas veces y que no podía

estar muerto porque lo había dejado solo únicamente por veinte minutos.

Debía haber otros Juan Facundo Mora Acevedo de veintidós años, se dijo,

debía haber muchos chicos que se morían de sobredosis. Pero había un

solo Facundo. Y Facundo no podía morir. Subió al auto, cubierto de sudor

frío, y manejó hasta la calle del departamento y vio a unos hombres en la

puerta que bajaban muebles y los cargaban en una rastrojera. Reconoció la

mesita de vidrio de Facundo y gritó mentalmente: ¡No, no, no! Y después:

¿Dónde está Lord Byron? Bajó del auto corriendo.

—¿De dónde bajan eso?

—Del segundo. La gente que vivía se fue.

Uno que llevaba los almohadones de Facundo agregó:

—Parece que el que vivía ahí murió. ¿Usted lo conocía?

Armendáriz no pudo contestar y, apoyado contra una pared, vomitó.

—¿Está bien, señor? ¿Era pariente suyo?

Armendáriz sintió que las cosas sucedían en cámara lenta.

—¿No vieron a un gato?

—¿Un gato? No. Hoy temprano vino una señora a llevarse ropa o algo.

Pero no vimos ningún gato.

Armendáriz pensó en subir, en ver por última vez el departamento, pero

no se sintió capaz. Se alejó caminando, tambaleante, con las sienes

latiendo y el cuerpo como un nervio tocado por un alambre, tanto dolía. El

gato, pensaba, el gato hijo de puta, dónde estará, quién le va a dar de

comer si es un pobre bichito de departamento que no sabe arreglarse solo,

se va a morir en la calle. Se apoyó contra una saliente y lloró, sin sentir su

cuerpo, sólo un dolor lacerante. Escuchaba, pero no le contestaba a la poca

gente que se le acercaba a preguntarle si estaba bien. Estúpidos, se decía,

era obvio que nada estaba bien y volvió a la puerta del departamento, pero

los muchachos de la mudanza se habían ido.

Llorando subió al auto y pensó en ir a la morgue o recorrer las casas

fúnebres hasta encontrarlo, pero era imposible. Tengo que verlo una vez

más, se decía, porque súbitamente se había dado cuenta de que no tenía

nada de Facundo, ni una foto, nada.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!