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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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—Te vas a morir, sos una chimenea —le dijo, y aceptó el pucho que le

ofrecía Facundo. La primera pitada lo mareó un poco y se deslizó contra la

pared hasta quedar en cuclillas—. Hacía mucho que no me despertaba con

alguien que no me paga por coger. Salvo la Diabla, claro. Pero no es lo

mismo porque de alguna manera él paga también. Es raro.

—Sabés lo que estás haciendo, ¿no?

—¿Con Caro? Facundo, no soy tan estúpido. Está conmigo porque

quiere estar cerca de vos o algo como eso. Por eso, nada más. Pero es una

mina bárbara, es hermosa y, bueno, está todo bien.

Facundo lo miró sonriendo.

—¿Querés azúcar?

—No, así nomás.

Facundo sirvió dos tazas humeantes y miró el reloj que colgaba en la

pared; apenas podía creer que fueran las cuatro de la tarde.

—Qué manera de dormir, por Dios —dijo—. Nunca duermo tanto, no sé

qué me pasó. Fue fantástico.

—Yo también dormí como un tronco. Es que estábamos tan borrachos. ..

Una pregunta: ¿por qué nos pusimos tan borrachos?

—Creo que alguien encontró un fernet.

—Yo lo encontré, ahora que lo decís.

—Odio el fernet —dijo Facundo.

Juani sopló el café caliente, para que se enfriara.

—Me arde el estómago —dijo.

—A mí también —Facundo se asomó a la puerta para comprobar que

Carolina seguía dormida; ella se dio vuelta en la cama, pero después

volvió a quedarse quieta.

—Juani, hay algo que quiero decirte. Pero ayer no era el momento.

Juani, sorprendido, apoyó la taza sobre la mesada.

—Hace poco —siguió Facundo—, le dije a Narval que no me importaría

que vos te murieras mañana; no lo dije por vos solamente, pero creo que

en ese momento estabas incluido. Y, bueno, no es verdad. Tenía que

decírtelo, no podía quedarme con eso. Vos ni siquiera lo sabías, pero...

bueno.

Juani se quedó mirándolo un rato y sonrió.

—Sos raro, Facundo.

Él suspiró.

—Estoy harto de que me digan eso.

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